12 de octubre de 2013

Citas de La Segunda Guerra Mundial, de Antony Beevor.

(Puedes leer la reseña del libro aquí)

Nota: Advierto que la mayoría de estas citas son muy duras. Por otra parte, me doy cuenta ahora de que la mayoría de las citas que recojo aquí revelan atrocidades contra el pueblo alemán; no hay ninguna intención oculta en esta selección, y la razón es muy simple: decidí empezar a recopilar citas al final de mi lectura del texto, cuando la guerra había dado la vuelta definitivamente a favor de los aliados; pero el libro muestra las mismas atrocidades cometidas por todos los bandos (sin olvidar, por supuesto, los incomparables  crímenes masivos contra la humanidad cometidos por el régimen nazi).

El suelo está cubierto de cadáveres de alemanes. Lo que ha pasado aquí deja pequeños los sucesos de la carretera de Minsk en 1944. Anda uno pisando cadáveres, se sienta uno a descansar sobre cadáveres, pone uno la comida encima de cadáveres. A lo largo de unos diez kilómetros hay dos cadáveres de alemanes por metro cuadrado...

Sus corazones parecen ahora de piedra. Si alguna vez les dices: "¡Soldado, no deberías liquidar a este  Hans! Que construya de nuevo lo que ha destruido", te mira desde debajo de las cejas y dice: "Se llevaron a mi mujer y a mi hija". Y dispara su pistola. Tiene razón.

Cuando sus tropas lograron finalmente entrar en la ciudad fortaleza no tuvieron piedad, ni siquiera con los civiles de las casas que tenían colgadas sábanas blancas en las ventanas en señal de rendición. Al cabo de poco tiempo las mujeres suplicaban ya a sus agresores que las mataran. En todas direcciones se oían gritos desgarradores procedentes de las ruinas. Miles de civiles y militares se suicidaron.

Algunos americanos se dedicaron a decapitar cadáveres enemigos, cuyas cabezas hervían a continuación para vender los cráneos cuando regresaran a los Estados Unidos.

La navaja la utilizaban para cortar los dedos y las orejas a los alemanes muertos a modo de trofeo. Pero causaron el terror entre la población civil italiana y se contaron casos de violaciones brutales, a los que los oficiales franceses tendieron a restar importancia por considerarlos el precio que suele cobrarse la guerra.

Hasta donde alcanza la vista hay cadáveres de mujeres, ancianos y niños, entre montones de ropa y de carretas volcadas... Está oscureciendo. Nos ordenan encontrar un lugar en el que pasar la noche en alguna de las localidades alemanas situadas fuera de la carretera. Me llevo a mi pelotón a una aldea a dos kilómetros de la carretera. En todas las habitaciones hay cadáveres de niños, ancianos y mujeres que han sido violadas y tiroteadas. Estamos tan cansados que no prestamos atención a nada. Estamos tan cansados que nos tumbamos en medio de los cadáveres y nos dormimos

Los hombres eran obligados a salir a tierra de nadie para desnudar a los camaradas muertos, recoger sus uniformes e incluso su ropa interior para vestir a los nuevos reclutas.

Los soldados se quejaron de que su línea de avance no ofrecía «ni mujeres ni botín», anotó un oficial de morteros, que decía de sus hombres que eran «unos tíos increíblemente valientes, pero también unos golfos de tomo y lomo». «No tardó en encontrarse una solución», escribió. «Se mandaba por turnos a una cuarta parte de los soldados a Mor, donde se adueñaban de las casas y de las mujeres de la localidad que no habían logrado escapar ni esconderse. Se les concedía una hora. Y a continuación venía el grupo siguiente. Usaban a las mujeres desde los catorce hasta los cincuenta años.

La escasez de alimentos hizo que las tropas niponas vieran en la población local y en los prisioneros una fuente de proteínas. El recluta Enomoto Masayo confesaría más tarde haber violado, asesinado y descuartizado a una joven china. «Yo ya trataba de escoger lugares en los que abundara la carne», añadiría. Luego compartió la carne con sus camaradas. La describió como «rica y tierna. Creo que era más sabrosa que la de cerdo». Ni siquiera su oficial al mando lo reprendió cuando el caníbal le reveló el origen de su banquete.

2 comentarios:

  1. La verdad es que sí. Pero me temo que no es nada excepcional, simplemente es lo que nunca se cuenta de las guerras.

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