30 de noviembre de 2014

[Libros] Matar un ruiseñor – Harper Lee (1960)

Éste es uno de esos clásicos contemporáneos norteamericanos que probablemente es más conocido por su versión cinematográfica (otro clásico, esta vez del cine) que por sus orígenes literarios. Debo reconocer que ése era mi caso, aunque en el fondo tampoco estoy seguro de haber llegado a ver la película (quizás en mi infancia… aunque por ahí tengo una copia pendiente de caer en alguna tarde lluviosa de domingo). Bueno, el caso es que empecé el libro por curiosidad, por descubrir un clásico. Y ha sido un descubrimiento agradable.

Sinopsis:
Matar un ruiseñor (To Kill a Mockingbird, 1960), la única novela que escribió Nelle Harper Lee y que le valió el Pulitzer de 1961, sigue siendo hoy en día, a los cincuenta años de su aparición, una de las novelas norteamericanas más populares y apreciadas. Basada, al parecer, en recuerdos de infancia de la propia autora, puestos en la voz de la narradora y protagonista Jean Louise Finch, alias Scout, su historia de aprendizaje, educación y comprensión hacia los demás, hacia los que no son como nosotros, dentro de una comunidad donde aún imperan los prejuicios raciales y el miedo a lo diferente, ha sido siempre puesta como modelo de lectura a compartir entre grandes y pequeños, como ejemplo de una literatura que puede entretener a los más jóvenes y, a la vez, mostrarles ciertos valores.

Crítica: Agradable lectura moral

Antes de empezarlo, yo ya sabía más o menos de qué iba el libro, aunque luego he descubierto que sólo conocía su parte central. Yo esperaba una historia de tribunales, con un negro como acusado en un estado del sur en la época de la segregación racial, y un abogado que intenta demostrar su inocencia en contra de los prejuicios de toda la sociedad. Bien, sí, ésa es una parte importante del libro… pero no toda.

Lo que no sabía es que el libro ocupa su primera mitad con historias infantiles, las de los dos hijos del abogado, que juegan en la calle durante los largos y cálidos veranos de Alabama, que exploran y fantasean sobre algunos de sus vecinos, y que, en fin, pasan el tiempo como lo hacen los niños. Hay que llegar casi a la mitad del libro para que arranque la trama judicial, y en realidad ésta dura muy poco, aunque sus ecos se mantendrán ya hasta el final de la novela.

Matar un ruiseñor es un libro de denuncia social y de debate ético, y también un libro con un claro espíritu educativo, un texto en ese sentido quizás algo ingenuo, por su ánimo constante de evidenciar las diferencias entre el bien y el mal, de guiar al lector en una dirección más que evidente. Dado que el mensaje es claramente progresista, no es que me haya molestado, en absoluto… pero su falta de sutileza es tan palmaria que el resultado resulta un poquito infantil. En este sentido, creo que se trata de una novela más bien juvenil, que resulta algo simplona (aunque agradable) para un lector adulto y acostumbrado a dramas más complejos.

El texto nos presenta a un personaje central, el padre de los niños, que representa al hombre justo, ético, íntegro e incorruptible, y a la vez humilde y comprensivo incluso con los que son todo lo opuesto a él. Atticus Finch es prácticamente un santo, en esta exagerada y simplificada dicotomía que hace la autora para simplificar su mensaje. Al otro lado, una sociedad variopinta, compuesta de buenos vecinos y algunas malas personas, pero todos ellos con un importante punto en común: los prejuicios. La novela se encarga de hacernos ver cómo incluso unos buenos vecinos pueden llegar a condenar a un hombre manifiestamente inocente llevados únicamente por ese elemento común que les es imposible superar, que los ciega.

Los niños protagonistas, que gracias a su corta edad aún no han sido contaminados por estos prejuicios, son los únicos (junto al perfectísimo Atticus Finch) capaces de contemplar a sus vecinos con objetividad. La autora nos presenta así a la típica sociedad sureña de los años 30: una sociedad conservadora, chapada a la antigua, y repleta de prejuicios raciales y sociales en general. Buenas gentes que en un momento dado quedan cegadas por ese elemento irracional que reside en ellas. Aunque, en el fondo, la mayor parte de todos ellos no son más que gente corriente y sin maldad, como cualquiera de nosotros.

En resumen, un libro agradable de leer y supongo que recomendable para jóvenes, pero que a mí me ha resultado algo “inocentón”. Demasiado simplista, aunque se agradezcan sus buenas intenciones. Es probable que le pesen algo los años, aunque tampoco es tan viejo… Un detalle que le hace parecer quizás más viejuno de lo que es, es su traducción (al menos la versión que yo he leído): no sabría decir si es un defecto de dicha traducción, o si la autora escribió el original de esta forma y estamos ante una traducción fiel en ese sentido, pero lo cierto es que el texto utiliza un lenguaje algo arcaico, un castellano en desuso que puede hacerlo complicado de seguir principalmente por aquellos a los que creo que más podría agradar su lectura: los más jóvenes.

Salvo por ese detalle, diría que es un libro adecuado para preadolescentes, aunque no desagrada su lectura siendo ya adulto. Al menos, permite conocer y opinar sobre un clásico de nuestro tiempo.

23 de noviembre de 2014

Cita de hoy

Es un texto curioso porque, contra toda lógica, la parte que falta es la del principio. Hay dos capítulos de cuatro, pero se trata de los finales. Por tanto, para el lector se trata de una experiencia para la que existen razones que permiten calificarla de singular, y que pese a todo sería incorrecto considerar absurda. De la misma manera conoce uno a sus padres, por otra parte, y tal vez a sí mismo.

Mr Gwyn  Alessandro Baricco

14 de noviembre de 2014

Las cosas buenas de la vida

Me encanta disfrutar de las cosas buenas de la vida. Qué tontería, supongo que a todos nos gusta… aunque no sé, porque también hay gente que parece que realmente disfruta sufriendo, pero bueno, eso daría para un debate aparte...

Tumbarte sobre un prado un día de primavera viendo el cielo… sentarte tranquilo en un sillón con un buen libro y música suave de fondo una tarde de lluvia… una buena sesión de sexo…  unas lonchas de jamón de bellota con un vino de esos que te hacen cerrar los ojos al paladearlo…

Pues sí, me gusta la buena vida. Nos gusta la buena vida, debería decir, en mi familia. Y hacemos lo que podemos, que no siempre es todo lo que nos gustaría, pero en fin, así es la vida. Al menos, en unas cuantas cosas dependes menos de los demás o de las circunstancias: no siempre puedes tirarte en un prado, no siempre tienes tiempo para relajarte a gusto con música y un libro… y ni siquiera todo  el mundo tiene la oportunidad de tener sexo cuando quiere. Pero, salvo problemas económicos mayores, en general en nuestro país casi todos podemos disfrutar del buen beber y el buen comer. Y de eso quería hablaros hoy.

Sí, en casa somos muy aficionados a comer bien. Y al buen vino. Y hacemos lo que podemos para disfrutar de ello lo máximo posible (dentro de las posibilidades del bolsillo… y hasta de la salud, ¡que no es cuestión de beberse una botella de vino al día, aunque apetezca!). Como todo el mundo, tenemos nuestras preferencias, claro está. Por ejemplo, no nos entusiasma el marisco, y sí los buenos embutidos y los buenos quesos. Y el vino. El maravilloso y variado vino de nuestra tierra. El bueno, claro… prefiero beber agua sin dudarlo si la alternativa es uno de esos “vinos de la casa” que suelen poner por ahí. Pero los buenos vinos… ¡ay, qué maravilla!

Pues bien, ahora hemos querido compartir con todo el mundo una pequeña parte de este amor nuestro hacia ciertos productos de nuestra tierra. Hemos abierto una tienda online para vender esos productos que nos entusiasman. Bueno, en realidad la tienda la lleva mi mujer, como única salida a la vista tras varios años en paro; pero yo colaboro en lo que puedo (por ejemplo, en la selección de los productos, que es conjunta). Y es lo que quería contaros hoy aquí.

Se llama Delicias Ibéricas, y en ella podéis encontrar vinos “de autor”, embutidos del Pirineo, quesos artesanos de oveja con un sabor ya casi olvidado, mermeladas de sabores exóticos y totalmente naturales… Todos ellos, productos que nos entusiasman, que hemos probado y seleccionado personalmente, y algunos de los cuales llevamos años consumiendo en casa porque nos encantan (a menudo trayéndonos provisiones a casa al terminar nuestras vacaciones en diversas zonas de nuestra geografía). Productos por lo general difíciles de encontrar, por limitarse su distribución habitual a su entorno más cercano. Pues bien, una parte de esos maravillosos productos (y esperamos que podamos ampliarla más adelante, si la tienda se demuestra viable) es la que ahora os ofrecemos a todos en Delicias Ibéricas.

Os animo a descubrir la tienda, y a seguirnos en su página de Facebook, desde donde tenemos planeado ir anunciando promociones, recetas, maridajes… Si es que sobrevivimos más allá de un par de meses, claro está…

Espero que os guste esta aventura en la que nos hemos embarcado. Y, si podéis ayudar, corriendo la voz a conocidos, dándole al “Me gusta” en la página de Facebook, o como se os ocurra, pues tenéis todo nuestro agradecimiento. Los comienzos son siempre difíciles, y lograr visibilidad en el inmenso océano de internet es una tarea titánica. Cualquier ayuda es poca.


Gracias por haber leído hasta aquí. Espero volver próximamente con algo más de tiempo para seguir como siempre, comentando libros o cualquier otro tema que se me pase por la cabeza. ¡Hasta la próxima!