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22 de marzo de 2014

Sobre las “notas” en las críticas

Como ya anuncio al final de la crítica anterior, he decidido dejar de poner “nota” a los libros que leo.

La razón no es nueva, de hecho es algo a lo que llevo dándole vueltas desde que empecé este blog, porque lo considero muy delicado. Y es que, por mucho que lo califique de “nota personal”, tiene unas connotaciones que probablemente no siempre son bien entendidas. Me explicaré:

Mi intención cuando valoraba con una nota de 0 a 10 los libros que iba leyendo, era indicar más o menos mi nivel de satisfacción tras la lectura del libro. Pero eso es tremendamente subjetivo.

No se trata sólo de que cualquier valoración sea subjetiva, que lo es: es que ese “nivel de satisfacción” es muy fluctuante y hasta aleatorio, pudiendo depender del estado de ánimo que tenías cuando lo leíste, de tu “época como lector”, o simplemente de las expectativas que te hubieras planteado antes de empezarlo, entre otros.

Lo del estado de ánimo creo que nos pasa a todos: cada libro tiene su momento. A veces te apetece un libro ligero, otras veces algo más profundo… y a veces no sabes qué te apetece. Y esos momentos en los que no sabes lo que quieres son los peores, porque como no atines con el estilo que te pide el cuerpo sin saberlo, la cosa puede salir mal. No sé si os pasa, pero a mí sí. Y eso a menudo no es justo con el libro.

Sobre la “época como lector”, creo que todos sabemos que evolucionamos. Hoy no me gustan las mismas lecturas que hace 20 años, mi experiencia lectora también ha cambiado y soy más exigente, etc. Todo eso influye. Y un libro al que hoy le pongo un 8 a lo mejor dentro de 3 años le pondría un 6… o viceversa.

Pero peor que todo esto, que era algo que tenía claro desde el principio, está el tema “expectativa”. Supongo que como casi todo el mundo, antes de leer un libro sé más o menos qué esperar de él: sé si espero un libro ligero y de entretenimiento, o buena literatura; sé si espero no poder dejarlo ni un momento, o paladear su estilo… Cada cosa tiene su momento, y todas son valorables, aunque puedan tener un valor “real” (literario o como lo queráis llamar) muy diferente. Pero la puntuación la daba en función de lo que esperaba de ello. Así, daba por ejemplo un 8 a un libro del que esperaba entretenimiento y me sorprendía con algo más (buena documentación, buen estilo… cualquier cosa no esperada), y a lo mejor en cambio daba un 6 a una buena obra literaria de la que me esperaba mucho más y me dejaba frío… Esos números, a secas, no dicen nada. No permiten comparar.

Por supuesto, yo contaba con que el numerito era sólo un añadido más a mis comentarios sobre el libro, donde detallo mejor lo que me ha gustado y lo que no… pero me temo que al final, muchas veces, es el numerito lo que más cuenta. Y no me parece justo.

Así pues, aunque sigo pensando que el numerillo tiene su valor, creo que ponerlo puede tener más contras que pros. Llevo meses dándole vueltas sin decidirme, y al final lo he decidido: fuera números.

Disculpad el rollo, pero supongo que hacía falta una explicación. O no. Pero bueno, aquí la tenéis, si os interesa.

23 de marzo de 2013

[Libros] Murakami, el de las neuras (o el guasón…)


No tengo más conocimientos de literatura que los que me da mi condición de lector de a pie. Así que lo que digo a continuación está extraído de dichas experiencias personales, y para nada es un sesudo tratado sobre Murakami, algo que sería incapaz de hacer. Por otro lado, reconozco ser bastante simple en estas cosas (ya se sabe, uno es de ciencias…) así que no suelo buscarle tres pies al gato (ni siquiera a los gatos de Murakami ;-) ni suelo tratar de interpretar metafóricamente lo que el autor quiere decirnos, como si hubiera un mensaje oculto entre sus palabras (entre nosotros: de hecho, creo que quienes hacen esto, en general tampoco tienen ni idea de lo que dicen, aunque suene muy sesudo). Así que, lo que cuento a continuación, lo podéis tomar, como diría un inglés, “con un grano de sal”. (Vamos, que no le deis más credibilidad que la justa… o casi ninguna).


He leído hasta el momento sólo tres libros de Haruki Murakami: Tokio Blues, 1Q84, y Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, por ese orden. Pero han bastado estos tres libros para observar que este hombre tiene algunas obsesiones dignas de psicoanálisis. Aquí van unas cuantas:

La música. Bueno, ésta es la más normalita, y es una de sus grandes pasiones personales, según he leído por ahí. En todos sus libros que he leído, aparece de forma reiterada la música. En Tokio Blues son las canciones de los Beatles, en especial Norwegian Wood (que además es el título original del libro); en 1Q84, la Sinfonietta de Janacek; y en el del pájaro, La gazza ladra, de Rossini, aunque abunda la música clásica en general, y también se mencionan otros tipos de música.

Los gatos. No recuerdo si en Tokio Blues había gatos, pero en “crónica del pájaro…” es un personaje de cierto peso, y en Kafka en la orilla, aunque aún no lo he leído, sé que también. En 1Q84 hay uno o dos capítulos con una historia específica sobre gatos.

La calvicie. Parece que es algo que le preocupa bastante, aunque por las fotos veo que por ahora disfruta de una buena cabellera. Sin embargo, tanto en 1Q84 como en el pájaro, Murakami parece tener una especial obsesión con los calvos…

El sexo. Bien, es parte de la vida, sí, pero en las novelas de Murakami parece dársele a veces una importancia especial. Además, a menudo va rodeado de cierto misticismo, como en 1Q84 o en algunas ocasiones en el pájaro. Tampoco es infrecuente que el protagonista masculino tenga relaciones y llegue al orgasmo pero de forma casi mecánica, sin disfrutar realmente… Por último, el tratamiento de las escenas de sexo lo hace siempre de forma bastante explícita.

La muerte. A veces natural, a veces violenta, a veces suicidio… y a menudo de todo un poco. En estas tres obras aparece de una forma u otra, a menudo con reflexiones o remordimientos asociados a ella.

Las historias que no vienen a cuento. Al menos en 1Q84 y en el pájaro, abundan estas historias que parecen de relleno (como si necesitaran más relleno estos libros de mil páginas…). En 1Q84, nos mete con calzador varias páginas completas del ensayo de Chéjov sobre los habitantes de la isla de Sajalin; y en el pájaro, cuela aquí y allá relatos relativos a la ocupación japonesa de China durante la Segunda Guerra Mundial. En ambos casos, parece que simplemente el autor quiere colar un tema que le interesa, aunque no tenga nada en absoluto que ver con el resto del libro… ¿A lo mejor es que cobra por sus libros “al peso”?

El guiño al lector… o el cachondeo de un autor guasón. Personajes secundarios que se repiten (el repelente Ushikawa, calvo, por cierto, común al pájaro y a 1Q84), títulos de capítulos que rozan lo humorístico (“En este capítulo no hay ninguna buena noticia”, o “Va siendo hora de que los gatos aparezcan”), o bromas como introducir un revólver en la trama y mencionar que, según las leyes de Chéjov de la novela, un arma sólo aparece en el texto si va a ser utilizada… Eso por no hablar de que la historia a veces es tan absurda que uno piensa si el autor no estará de cachondeo…

En fin, está claro que Murakami es único. Con sólo 3 libros suyos leídos, en casi todos ellos ha conseguido descolocarme tanto que hablo de él como si hubiera leído decenas. ¿Lo recomiendo? No lo sé: allá cada uno. Supongo que es un autor que, o te engancha, o te repele, porque rarito es un rato. A mí me ha enganchado, aunque ni yo sé por qué…

23 de octubre de 2012

Citas


Nunca he sido de tomar notas mientras leo, o de marcar pasajes, etc. Pero dado que el Kindle permite hacerlo de forma tan sencilla, en algunas raras ocasiones no he podido evitar hacerlo, y hoy he decidido compartir algunos de estos fragmentos que en alguna ocasión me han parecido especialmente brillantes, a veces por su profundidad, y otras principalmente por su estilo.

No siempre siento la necesidad de marcarlos; de hecho, suele ser más bien al contrario, de modo que muchas citas que merecerían mención simplemente las leo sin más, olvidando marcarlas. Además, como ya he dicho, no he empezado a guardarlas hasta hace poco más de un año (cuando este aparatejo electrónico lo ha convertido en algo sencillo). Por eso, aquí puede aplicarse sin ningún temor a equivocarse la manida frase de que “no están todos los que son”, ni mucho menos… aunque sin duda, sí son todos lo que están.

Como siento debilidad por Almudena Grandes (ya hablaré de sus libros algún día), sus fragmentos son mayoría. Qué le vamos a hacer… la forma de escribir de esta mujer me cautiva ;-)

En fin, pues eso, que a partir de ahora también incluiré por aquí de vez en cuando algunas citas que me han impactado por alguna razón, sea básicamente por su fondo o por su forma (la belleza con la que están escritas, o por lo que son capaces de transmitir). Pensaba ponerlas todas en una entrada… pero creo que mejor las iré dosificando poco a poco, en entradas independientes. De momento tengo muy pocas (ya digo que no soy de los que "toman apuntes" habitualmente), pero quizás esto me anime a hacerlo más a menudo...

10 de septiembre de 2012

Puesta en contexto: mi Kindle y yo


(Oh, qué bonito… mi Kindle y yo… qué tierno…)
Hace dos años, yo era un poco escéptico con esto del libro electrónico; supongo que tenía las dudas típicas del que no lo ha probado: ¿cómo sería eso de leer en una pantalla? ¿de no tener el papel entre las manos, de no sentir las hojas al pasar, de no posar tus ojos sobre la tinta impresa en el papel…? (mejor me dejo de poesía, no es lo mío…) Y aparte de eso, la duda fundamental: ¿y qué se puede leer en un trasto de esos? Porque hace dos años, oferta de libros electrónicos modernos en castellano había poca, muy poca; y leer los clásicos está bien un rato, pero Góngora, Quevedo y Cervantes, por buenos que sean, a mí me terminan cansando (uno es así). Sí, sabía que en “la oferta alternativa” había cosas, pero ¿tanto como para justificar la compra? (hace dos años un cacharro de estos aún costaba una pasta… unos 300 euracos…)
El caso es que, aunque aún muy minoritarios, estos cacharros comenzaban un lento despegue. Y me planteé comprarle uno a mi mujer para su cumpleaños (lo que, dada la imaginación que tiene uno para estas cosas, me solucionaba un problema). Así que comencé a investigar…
Lo primero que vi fue que la “oferta alternativa” era mucho mejor de lo esperado. ¿Qué digo mejor? ¡Era cojonuda! (perdón, perdón… ya avisé que este blog no era apto para todos los públicos…). Vi que había centenares de libros “apetitosos” al alcance de un par de clics de ratón… (inocente de mí…. En realidad había miles…). Por ese lado, no parecía haber problema de suministro… (¿escrúpulos? Luego hablaremos de eso…)
Luego vino el buscar el cacharro. Por principios (manías…) me autoimpuse no pagar más de 200 € por un trasto de estos. Más me parecía una pasada para un aparato que no hace más que mostrar texto. Y no creáis, que en ese momento no era fácil bajar de esa frontera; de hecho, creo que en España no había ni uno…
No me enrollaré mucho, pero el caso es que justo por entonces, mientras me empapaba de modelos a la venta y datos técnicos, Amazon anunció la próxima salida de su nuevo Kindle (la tercera generación), a un precio imbatible (169 $, creo…). Y las características parecían de lo mejorcito… No me lo pensé, y en julio o agosto de 2010 me apunté en la lista de espera para recibir uno de los primeros cuando saliera a la venta (el 27 de agosto; el cumple de mi mujer es en septiembre). Con su fundita y todo me salía puesto en casa por 180€. Un chollo en ese momento…
Me llegó el libro, se lo regalé a mi mujer… y se me empezó a caer la baba. Era una gozada: se leía como el papel, no pesaba nada, no ocupaba, y tenía toda una biblioteca a mi disposición. Total, que en Reyes yo ya tenía otro (¡y la espera se me hizo eterna…!).
Desde entonces, no he parado de leer. De hecho, creo que fue una de las razones por las que fui abandonando el blog. Siempre me había gustado la lectura, pero desde la época del instituto no había leído tanto. El hecho de tener miles de libros disponibles hacía que no parase de tener títulos atractivos pendientes. Y el hecho de empezar a frecuentar foros de lectura y demás (en el proceso de búsqueda de los libros) hizo que cada vez aumentase más mi lista de espera, por las recomendaciones que iba leyendo aquí y allá. Antes, después de cenar mi mujer y yo solíamos ver alguna serie o alguna película; desde que tuvimos el Kindle, casi siempre leíamos.
¿Qué ha cambiado? ¿Es porque ahora los libros son “gratis”? En absoluto. Siempre he sido un buen lector, pero la verdad es que nunca he sido un gran comprador de libros; siempre he comprado lo que me apetecía conservar por alguna razón, pero nunca había encontrado mucho sentido a llenar la casa de papel que leía una vez y arrinconaba por años. Los libros de entretenimiento, quizás el 90% de mis lecturas ajenas al trabajo, siempre los he sacado de la biblioteca, de la que habitualmente he sido un buen “cliente”. Pero ahora tenía la biblioteca en casa. Miento: en poco tiempo tenía en casa más títulos que en la biblioteca de mi barrio. Y sin tener que desplazarme del sillón. Parece una tontería, pero eso marcó la diferencia.
Mi nivel de lectura se disparó. Y me culturicé: por alguna razón, disponer de grandes obras maestras entre esos miles de títulos me animó a leer por ejemplo a Dostoievskiy, con quien nunca me había atrevido. O a intercalar libros de historia o ensayo, que no sólo de novela vive el hombre. Por supuesto, todo aderezado con novelillas más ligeras… Pero la verdad es que lo de “tenerlo todo” te anima a querer “leerlo todo”. Es un vicio.
Por eso no tengo remordimientos. ¿Que me bajo los libros de internet? Sí. Y antes los sacaba de la biblioteca. No pagaba antes, y no pago ahora, salvo excepciones (alguno sigo comprando, igual que antes). Es más, incluso estaría dispuesto a pagar una tarifa plana por tener acceso a una biblioteca online, aunque la biblioteca física era gratis. Pero por ahora nadie se ha decidido a hacer algo así en nuestro país (en USA sí; allí se pueden sacar libros electrónicos de las bibliotecas públicas, o leértelos de Amazon con una asequible tarifa plana que incluye películas). Ellos se lo pierden.
Sé que todo esto es problemático… Yo he sido autorde 5 libros, aunque nunca haya vivido de ello, así que algo conozco el tema. Sé que sin remunerar a los autores, los libros pueden acabarse (no del todo, los noveles siempre estarán dispuestos a publicar gratis; pero ese “ansia” luego se pasa, justo cuando aprendes a hacerlo…). El tema es complicado. Pero yo no me siento culpable; para mí, simplemente ahora tengo acceso a la biblioteca desde casa. Si se hubieran espabilado para hacerlo bien (que de verdad yo accediera a una biblioteca online), Cedro pagaría una cantidad a cada autor cada vez que leo un libro suyo, como pasa con las bibliotecas físicas… Pero en fin, este tema daría para mucho debate y el caso es que esta entrada no iba de eso.
Va de que ahora leo mucho más. Y muy variado. Y en este blog iré colgando reseñas de lo que voy leyendo (no necesariamente de todo, pero sí al menos de lo que más me impacte, por lo bueno o por lo malo). Supongo que al principio quizás colgaré bastantes de estas reseñas seguidas, porque iré rescatando las que he ido poniendo aquí y allá (en foros y demás sitios) a lo largo de estos dos últimos años. Mientras me dure el entusiasmo con el Kindle y mi biblioteca en casa (y tras dos años, aún me dura), creo que la crítica literaria de andar por casa ocupará una buena porción de este blog. Que ustedes lo disfruten (o lo sufran…)

Aclaración: Todo es matizable… cuando digo que leo mucho, y después me comparo con lectores compulsivos, resulta que leo poquísimo… Para vuestra información, mi media actual desde que tengo el Kindle es de algo menos de un libro por semana, unos 40 al año. Para algunos es muy poco… pero el tiempo libre no me da para más, ¡ya quisiera!