26 de junio de 2014

[Libros] Buscando a Alaska – John Green (2007)

No había oído hablar de este libro, ni conocía a su autor, hasta que mi hija me habló de él. Leí la sinopsis, lo ojeé, y me provocó la suficiente curiosidad como para animarme a leerlo; también, en parte, para confirmar mi primera impresión de que este libro no era tan “juvenil” como en un principio pudiera parecer. Y así fue.

Sinopsis:
Cansado de su aburrida existencia, Miles, de 16 años, deja su casa para buscar su “gran quizás” en un colegio internado. Ahí su recién descubierta libertad y una enigmática chica, Alaska, lo lanzan de lleno a la vida. Miles se siente que está por alcanzar su objetivo cuando una tragedia inesperada amenaza con arrebatárselo. ¿Cómo la intensidad de la amistad puede terminar en una pérdida devastadora?

Crítica personal: Un relato de amistad, juventud y el sentido de la vida
Estamos, sin duda, ante un libro de literatura juvenil, un libro de jóvenes: lo son sus protagonistas, y lo son sus reflexiones, que reflejan muy bien la vida interior a esas edades. Pero eso no significa que se trate de un libro simple o menor. Es cierto que lo parece en su primera parte, pero un acontecimiento trágico que tiene lugar a la mitad del libro, abrirá el camino hacia una reflexión mucho más madura, a un sufrimiento mucho más adulto.

En realidad, el argumento es sencillo, pero creo que su principal mérito es la capacidad que tiene el autor de reflejar los sentimientos y pensamientos de estos adolescentes, un grupo de jóvenes entre los 16 y 17 años que comparten un internado (un “high school”, o etapa preuniversitaria del sistema educativo americano). Amistad, rivalidades y amores… podría ser el típico cóctel de cualquier peliculilla del género (hasta de Disney, si le metemos canciones, coreografías y caras guapas), pero en realidad aquí todo es bastante más realista y menos azucarado. Hay estudios, preocupaciones, gamberradas, sexo, alcohol y tabaco, aliñado con las sencillas y grandes amistades que uno forja en esa etapa, y con las inseguridades también propias de la misma.

Pero todo es relativamente ligero hasta que algo rompe de forma trágica la monotonía del curso académico. Los protagonistas se ven obligados a replantearse sus vidas y sus actos, y a hacerse multitud de preguntas de índole vital. El libro adquiere unos tintes más introspectivos y hasta a ratos filosóficos, aunque afortunadamente sin moralismos ni moralejas. En el fondo, el mensaje es: así es la vida.

Se trata de un libro juvenil, sin duda, con el que se sentirán mucho más identificados los lectores que se hallen en la misma franja de edad que sus protagonistas. Un libro cortito y sencillo, aunque no necesariamente ligero. Creo que, para esas edades, es un gran libro, Y para los que ya nos pilla lejos, su lectura no deja de resultar bastante agradable; bueno, o lo sería de no ser por…

La traducción.

Es horrible. Principalmente, porque es una traducción mexicana (a día de hoy no existe otra edición alternativa) que utiliza la jerga juvenil mexicana, con expresiones que, si bien por lo general son comprensibles, resultan de lo más chocante, impidiendo al lector castellano-parlante poder “introducirse” de verdad en el libro. El lenguaje es tan atípico, y hasta cómico para lo que estamos acostumbrados, que impide al lector español “sumergirse” adecuadamente en el texto.

Pero esto sería disculpable (supongo que a un mexicano le ocurriría lo contrario si leyera una traducción que usara la jerga juvenil española), lo que no lo son en absoluto son los errores de traducción. No es la primera vez que me ocurre, pero no puedo entenderlo: ¿quién contrata a traductores que no conocen mínimamente el idioma inglés, y que cometen errores de parvulario en la traducción? ¿Cómo se puede traducir la típica coletilla “I’m afraid” (“me temo”) por un “tengo miedo”? Por favor, editores, un poquito más de cuidado al elegir al traductor de turno; seguro que los hay igual de baratos que al menos saben algo de inglés, más allá del “my taylor is rich”. Entre los 5 millones de parados, muchos de ellos con carrera, que tenemos hoy en España, seguro que los hay a millares para elegir.

24 de junio de 2014

Cita de hoy

He leído poco a Faulkner, pero la conclusión que he sacado es que es (aparte de difícil de leer) chocante: combina un texto simple y directo en su mayor parte con la inserción de breves fragmentos de un lirismo extremo. Lo siguiente es un ejemplo que me pareció bellísimo, aunque bastante barroco:

En el pabellón, una banda con el uniforme azul verdoso del ejército interpretaba Massenet, Scriabine y Berlioz, convirtiéndolos en una delgada capa de Chaikovski torturado sobre una rebanada de pan correoso, mientras el crepúsculo se disolvía en húmedos reflejos que caían desde las ramas sobre el pabellón y los sombríos hongos de los paraguas.


Faulkner - Santuario

20 de junio de 2014

[Libros] Si te dicen que caí – Juan Marsé (1973)

Uno de los clásicos contemporáneos de la literatura española. Tras leerlo, comprendo que figure dentro de este selecto grupo: su calidad es innegable. Pero su complejidad, también. No es un libro fácil. Pero merece la pena leerse.

Sinopsis:
Escrita a finales de los años sesenta y prohibida por la censura, Si te dicen que caí constituye una secreta y nostálgica despedida de la infancia, así como un cuadro a la vez sórdido y poético de la vida durante el franquismo. Se trata además de una de las novelas más personales del autor, pues, según el propio Marsé, al escribirla solo pensaba en los anónimos vecinos de un barrio pobre que no existe en Barcelona, en los furiosos muchachos que compartieron con él las calles leprosas y los juegos atroces, el miedo, el hambre y el frío, en su propia infancia y adolescencia.

Crítica personal: Retrato de la podredumbre de la postguerra
Si te dicen que caí es una novela compleja, difícil de leer, difícil de seguir y de entender. Su estilo, que calificaría de “faulkneriano”, por su semejanza en cuanto a estructura con la compleja obra del norteamericano, no hace ninguna concesión al lector, todo lo contrario: el esfuerzo requerido para poder seguir medianamente el texto es más que considerable. Personalmente debo reconocer que no he llegado a entender la totalidad del libro, que una vez terminado sigo perdido en relación a numerosos detalles de la trama; de hecho, creo que es un libro que requiere de al menos dos lecturas: estoy seguro de que en la segunda se entenderán mejor muchos detalles de una historia que se va desenredando poco a poco hacia el final del libro (sin llegar a hacerlo por completo), de forma que la relectura resultará seguramente mucho más reveladora. Pero en el fondo no importa, creo yo: para mí, la trama es en realidad lo de menos. Lo realmente valioso de este libro es el vívido retrato de una sociedad y de una época. Los años del hambre. Los años del miedo. Años de miseria, hambre, frío, resentimiento, abusos de poder y sometimiento. La oscura postguerra española.

Juan Marsé vuelca en el texto los recuerdos de su infancia, que vivió como uno de los niños protagonistas de su obra: un niño de la calle, sucio y hambriento, jugando por las esquinas de las calles embarradas, por los descampados aún repletos de munición olvidada, con lo único que tenían: su imaginación. “Es una novela, hasta cierto punto, autobiográfica, porque todo lo que tiene que ver con mi infancia está en ella”, cuenta el autor en una entrevista que enlazo al final de esta reseña.

El texto aparece salpicado de historias en apariencia inconexas, siendo a veces más bien una recopilación de las miserias personales de cada uno, de diferentes anécdotas o de instantáneas cotidianas de la vida de aquellos días. El día a día de los verdaderos perdedores de la guerra: el pueblo llano. Una historia de la miseria en un barrio de las afueras de Barcelona en los años 40. Niños harapientos, con sarna y fantaseando con un bocadillo… jóvenes metidas a putas para comer o por pura desesperanza… familias con alguno de sus miembros en la cárcel o escondido en un zulo para evitar acabar en ella… excombatientes republicanos convertidos poco a poco en meros delincuentes comunes… y por encima, vigilando a todos, los nuevos amos.

Las tramas se cruzan, así como las épocas: algunos de esos niños de la calle recuerdan, años después, lo que ocurrió. Pero no sólo sus memorias mezclan realidad y fantasía, hechos y rumores, sino que ni siquiera tenemos muy claro quién es quién: no se presenta a los personajes, y quienes de niños sólo se conocen por sus apodos (el Tetas, el Amén, Java o Sarnita) se convierten, sin introducción alguna, en adultos con nombre propio. La historia principal, por su parte, es una reconstrucción mezcla de hechos conocidos con rumores escuchados aquí y allá,  o incluso con invenciones propias de la imaginación infantil. La realidad y la ficción tienen fronteras difusas… pero en el fondo da igual, pues cualquier versión de la historia es realista, cualquiera de ellas pudo haber sido, en aquella España de miedo, hambre y miseria.

Un libro complejo, pero muy recomendable. Y también lo es leer esta entrevista a Juan Marsé, en la que aclara muchas de las claves de la novela, y en la que revela cómo un gran número de detalles están basados en su propia infancia.

En resumen: un buen libro, una gran novela negra con todas las letras (la negrura era la identidad de la época), pero un libro exigente con el lector. Aunque el esfuerzo se ve recompensado.

13 de junio de 2014

Cita de hoy

La emigración a Australia no fue precisamente política, sino más bien económica, aunque me digas que eso significa que es indirectamente política. Y es cierto, pero por lo general los emigrados económicos no tienen conciencia de esa relación.

Primavera con una esquina rota – Mario Benedetti

10 de junio de 2014

[Libros] La cena – Herman Koch (2008)

Sinopsis:
¿Hasta dónde es capaz de llegar un padre para encubrir a un hijo que comete un delito injustificable? ¿Debe prevalecer el instinto de protección paterna o la lealtad a unas normas sociales que garantizan la coherencia y la fortaleza del grupo? Estas y otras preguntas de igual calibre surgen como dardos durante la lectura de La cena, del escritor holandés Herman Koch, una novela ácida y provocadora que apunta sin miramientos a toda una clase social acomodada de los Países Bajos, y por extensión, de toda Europa, instalada en una inercia de autosatisfacción y complacencia e indiferente hacia el devenir de la generación que ha de sucederle.
Dos parejas se han citado a cenar en un moderno y exclusivo restaurante de Ámsterdam. Mientras saborean el aperitivo y charlan con aparente despreocupación sobre la última película de moda o sus planes para las vacaciones, son conscientes de que, tarde o temprano, deberán abordar el incierto y acuciante tema que los ha llevado a reunirse: el futuro de Michel y Rick, sus hijos de quince años que, según algunos indicios, podrían estar envueltos en un caso de violencia grave. Así pues, tras los postres, cuando la cena llegue a sus últimos compases, la tensión entre los comensales habrá alcanzado su punto culminante y la cadena de secretos y revelaciones confluirán en un final dramático en el que nadie podrá esgrimir su inocencia.

Tras cosechar un éxito inmediato y arrollador en su país —copó las listas de bestsellers, y ya ha vendido más de 340 mil ejemplares—, La cena ganó el Premio del Público y fue declarado Libro del Año 2009.

Crítica: Luces y sombras
El autor se ha basado en hechos reales (el asesinato de un indigente en Barcelona, cuando unos gamberros lo rociaron de gasolina y lo prendieron fuego) para idear su historia, sobre las reacciones de los padres cuando descubren lo que han hecho sus hijos, y aprovechando para realizar una dura autocrítica de nuestra sociedad.

El libro empezó gustándome, pero a partir de la mitad se fue desinflando poco a poco. Para mi gusto, el autor no ha llegado a aprovechar completamente un buen planteamiento inicial; no se introduce adecuadamente en los personajes, y eso es lo que le hace perder fuerza en su segunda mitad. Sus motivaciones, sus psicologías, que tanto juego podrían haber dado, se quedan totalmente en la superficie.

Para mi gusto, un bluff, mucho ruido y pocas nueces, un éxito de ventas con más marketing que otra cosa detrás, como sucede demasiado a menudo. Se deja leer, pero me ha decepcionado; no porque no esté bien, sino porque podía haber dado para bastante más.

7 de junio de 2014

Helados caseros

¿Os gustan los helados? Creo que no he conocido a nadie que responda que no a esta pregunta. ¿Y qué os parecería poder hacer vuestros propios helados, a vuestro gusto personal, fácilmente en casa? Y con buenos resultados, por supuesto, para hacer una chapuza prefiero comprarlo hecho.

Pues hoy vengo a hacer "publicidad" justamente de eso, pero en el buen sentido: mi mujer es muy aficionada a este mundillo del helado (en realidad, ha llegado a convertirse en toda una experta) y ha empezado su propio blog para explicar cómo hacer helados en casa y, lo que es más importante, dar las recetas.

A lo mejor pensáis que recetas de helados en la red ya hay muchas. Pues sí... pero os lo aseguro: no tienen nada, pero nada que ver con éstas. Esas recetas no cumplen los requisitos que debe cumplir un buen helado, y el resultado es bueno de sabor, pero malo de textura: exceso de grasas (a niveles enormes, muy, pero muy por encima de los comerciales) y duros como una piedra cuando los sacas del congelador. Si os animáis a hacer las que os contará María José en su blog, notaréis la diferencia. O mejor dicho, apenas notaréis la diferencia con los helados artesanos de la heladería de vuestro barrio. Os lo digo por experiencia... ;-)



¡Ah, y hay un libro en camino sobre el tema!

6 de junio de 2014

Cita de hoy

[En los hospitales] estás vivo, pero tu vida está detenida, también tu pensamiento. Son como ciudades dentro de otras ciudades, pero son ciudades en las que no se construye ni se transforma nada, sólo se espera: el alta o la muerte.


José Antonio Labordeta – Regular, gracias a Dios