Sinopsis:
En los circuitos
internacionales del arte está en auge la llamada pintura hiperdramática, que
consiste en la utilización de modelos humanos como lienzos. El asesinato de
Annek, una chica de catorce años que trabajaba como cuadro en la obra
"Desfloración", en Viena, pone en guardia a la policía y al
Ministerio de Interior autriaco, que son presionados por la poderosa Fundación
van Tysch para que no hagan público el crimen, ya que la noticia desencadenaría
el pánico entre sus modelos y la desconfianza entre los compradores de pintura
hiperdramática. Y mientras tanto, Clara Reyes, que trabaja como lienzo en una
galería de Madrid, recibe la visita de dos hombres extranjeros que le proponen
participar en una obra de carácter "duro y arriesgado"; el reto
empieza en el mismo momento de la oferta, ya que la modelo debe ser esculpida
también psicológicamente. De esta forma, Clara entra en una espiral de miedo y
fascinación, que envuelve también al lector y lo enfrenta a un debate crucial
sobre el valor del arte y el de la propia vida humana.
Crítica: Una buena
y original novela que no ha conseguido entusiasmarme
Estamos ante un libro intrigante, bien escrito, y con
cierta profundidad salpicada de toques de intriga y tensión (no demasiados),
pero que no ha terminado de apasionarme.
Es el segundo libro que leo de Somoza, y en ambos veo
cosas muy positivas: escribe bien, y es tremendamente imaginativo en sus
planteamientos. Y no sólo plantea ideas o “mundos” originales, sino que además
se nota que ha reflexionado sobre ello profundamente, describiendo en detalle
“cómo funciona todo” en ese mundo ficticio, y dotándolo así de bastante
verosimilitud. Todo ello es positivo y aporta valor a sus textos.
En este libro, ese “mundo imaginario” es un futuro
próximo en el que el mundo del arte ha derivado hacia los “lienzos humanos”.
Pintar sobre tela ha quedado desfasado, ahora se pinta sobre personas,
profesionales que dedican su vida a ejercer de “lienzos”. Pero no penséis en
eso que conocemos del “body painting”, no… es algo mucho más sofisticado,
complicado y exigente.
En ese mundo ficiticio los seres humanos no se usan sólo
como pinturas, sino incluso como adornos o muebles. Se trata, en estos casos,
de un “arte menor”, al que se dedican básicamente “fracasados” que no han
conseguido llegar a la primera línea del arte y que se ganan la vida como
mesas, sillas, lámparas, bandejas o adornos cualesquiera. Por supuesto, todo
este “arte” y “artesanía” se compra y se vende, y se exhibe en museos, casas
particulares o empresas. Cualquier pregunta que os podáis hacer de “¿pero cómo
es posible…?”, en general está contestada en el libro; por eso hablaba de la
mucha reflexión que ha puesto el autor detrás del texto para imprimirle
credibilidad.
En medio de todo este sugerente marco del arte de
vanguardia, aparece un asesino en serie que va matando de forma ritual a
algunas de las personas que trabajan como cuadros del mayor artista del
momento. Aunque en realidad debería decir que se trata de un desconocido que se
dedica a destruir valiosísimas obras de arte, pues así es como se ve la
situación en este mundillo.
Como decía al principio, el planteamiento es interesante
y original, con un desarrollo muy pensado en todos sus detalles, y escrito con
calidad. Sin embargo, el libro no ha terminado de engancharme del todo.
La principal razón es que creo que le sobran páginas. A
Somoza le interesan mucho más las descripciones de este mundo ficticio y los
debates morales sobre el arte hiperdramático (como se denomina esta corriente)
que la parte de intriga del libro. Y eso en principio no estaría del todo mal,
si no fuera porque llega un momento en que las descripciones y las reflexiones
se hacen claramente excesivas, al menos para mí (y no suelo ser de los que
buscan acción constante, ni mucho menos). Todo esto llega a hacerse demasiado
repetitivo, cansando y haciendo perder parte del interés.
Tampoco los personajes, aunque están bien definidos, han
conseguido “llegarme”. Por alguna razón, no he “conectado” realmente con
ninguno, de modo que el libro me ha resultado “frío”. No he llegado a “meterme
dentro” en ningún momento.
Por todo ello, no sé bien cómo calificarlo. Sin duda, la
novela es de calidad, pero por alguna razón no la puedo considerar “redonda”,
en absoluto. Claro que esto es una percepción muy personal…
En cualquier caso, seguiré leyendo más títulos de este
autor, ya que debo reconocer que se sale de lo común.
Nota personal: 6,5
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