Irène
Némirovsky vivió en su propio pueblo la ocupación alemana que relata en su
libro Suite Francesa. Se vio obligada a alojar a un oficial en su casa, como se
describe en el libro; muchas otras escenas de su novela están extraídas de su
experiencia real, como la fiesta final o la marcha de las tropas del pueblo.
Sus descripciones, por tanto, las ha vivido en primera persona. A pesar de las
decenas o centenares de películas y libros que se han hecho sobre la ocupación
francesa en la Segunda Guerra Mundial, nunca, en ningún sitio, había encontrado
una descripción como ésta:
Era tarde, pero
nadie pensaba en dormir. Todos querían asistir a la marcha de los alemanes. En
las últimas horas, una especie de melancolía, de calor humano, unía a los unos
con los otros, a los vencidos con los vencedores. El grueso Erwald, que tenía
unos muslos enormes, aguantaba bien la bebida y era tan divertido y tan fuerte;
el pequeño Willy, ágil y alegre, que había aprendido canciones francesas
(decían que era payaso en la vida civil); el pobre Johann, que había perdido a
toda su familia durante un bombardeo, «a toda, menos a mi suegra, porque nunca
he tenido buena suerte», decía tristemente... Todos iban a exponerse al fuego,
a las balas, a la muerte. ¿Cuántos acabarían enterrados en las llanuras rusas?
Por pronto, por felizmente que terminara la guerra, ¿cuánta pobre gente no
vería ese bendito final, ese día de resurrección?
Suite francesa – Irène Némirovsky
No hay comentarios:
Publicar un comentario