14 de agosto de 2013

Cita de hoy

Irène Némirovsky vivió en su propio pueblo la ocupación alemana que relata en su libro Suite Francesa. Se vio obligada a alojar a un oficial en su casa, como se describe en el libro; muchas otras escenas de su novela están extraídas de su experiencia real, como la fiesta final o la marcha de las tropas del pueblo. Sus descripciones, por tanto, las ha vivido en primera persona. A pesar de las decenas o centenares de películas y libros que se han hecho sobre la ocupación francesa en la Segunda Guerra Mundial, nunca, en ningún sitio, había encontrado una descripción como ésta:

Era tarde, pero nadie pensaba en dormir. Todos querían asistir a la marcha de los alemanes. En las últimas horas, una especie de melancolía, de calor humano, unía a los unos con los otros, a los vencidos con los vencedores. El grueso Erwald, que tenía unos muslos enormes, aguantaba bien la bebida y era tan divertido y tan fuerte; el pequeño Willy, ágil y alegre, que había aprendido canciones francesas (decían que era payaso en la vida civil); el pobre Johann, que había perdido a toda su familia durante un bombardeo, «a toda, menos a mi suegra, porque nunca he tenido buena suerte», decía tristemente... Todos iban a exponerse al fuego, a las balas, a la muerte. ¿Cuántos acabarían enterrados en las llanuras rusas? Por pronto, por felizmente que terminara la guerra, ¿cuánta pobre gente no vería ese bendito final, ese día de resurrección?


Suite francesa – Irène Némirovsky

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