En Regular, gracias a dios, José Antonio Labordeta recuerda su infancia durante la Guerra Civil, los años pasados en
Teruel recién casado, su breve estancia parisina, sus vivencias como cantautor
durante la Dictadura, la vida en Zaragoza y aquella experiencia maravillosa
recorriendo España con una mochila al hombro. También reflexiona sin
sentimentalismos sobre los días pasados y el cáncer que le ha postrado en esta
etapa de su vida. Dejando de lado su actividad política –ya cubierta en su
anterior libro, Memorias de un beduino en el Congreso de los Diputados–, Labordeta va hilvanando un retrato
sentido y vital de los años pasados y sus amistades en un libro definitivo,
escrito con una de sus hijas, y que aparece con motivo de su 75 cumpleaños.
Crítica: El adiós de un gran tipo
Este libro es una
despedida. Una despedida de toda una vida, un repaso a los mejores recuerdos
para intentar irse del mundo con un buen sabor de boca, y aprovechando al mismo
tiempo para decir adiós a muchos amigos.
Cuando José Antonio Labordeta escribió este libro, sabía que le quedaba muy
poco tiempo. Tenía un cáncer de próstata con metástasis, y sus condiciones
físicas incluso le impedían ya salir de casa, a él, que se recorrió media España
con su mochila a cuestas…
Pero no es un
libro triste, aunque en alguna ocasión, al mencionar con amargura su sensación
de impotencia ante esa degradación física que le hace sentirse un viejo inútil
cercano a la tumba, se te pueda llegar a formar un pequeño nudo en la garganta.
Pero no, es sólo un momento: el libro está lleno de buenos recuerdos y
divertidas anécdotas, un repaso a toda la vida de este irrepetible personaje
que fue Labordeta, desde su niñez en los años 30, hasta prácticamente su muerte,
en septiembre de 2010 (el libro lo terminó pocos meses antes). Su infancia en
la postguerra; su juventud como profesor; sus inicios en el mundo de la canción
(donde siempre se consideró un aficionado) y en la resistencia al franquismo en
la clandestinidad; la grabación para RTVE de su programa de viajes “Un país en
la mochila”; sus experiencias como político atípico…. En fin, tantas y tantas
vivencias de un gran tipo que nunca supo estarse quieto, y que siempre fue una
persona comprometida y honesta, contado en un relato en el que se mezclan retazos
de humor y de melancolía. Los recuerdos de una persona tremendamente vital,
cuya vida ya toca a su fin.
Como imaginaréis,
éste es un libro “pequeño”, de esos de los que uno no debe esperar grandes
cosas, más allá de pasar un rato agradable con las memorias de un gran tipo, un
tío campechano, majo y que caía bien a todo el mundo (bueno, casi; en alguna entrevista confesaba que Rajoy y Aznar ni siquiera
le saludaban en el Congreso). En ese sentido, es un libro que recomiendo a
aquellos a quienes Labordeta les caía bien… o a quienes, sin saber mucho de él,
creen que un profesor de instituto metido a cantautor comprometido con la lucha
por la libertad, y posterior tocapelotas de gran parte de los apoltronados del
estamento político, podría caerle bien. Pero no sólo a ellos: también puede ser
una lectura agradable para quien quiera tener una visión superficial pero muy
cotidiana de lo que han sido los últimos 70 años de la historia de nuestro
país; porque leer este libro es como escuchar las batallitas de un abuelete
cachondo y casi diría que envidiable por su forma de encarar la vida. Es un
libro agradable, ameno y cortito. Y muy humano.
Me caía bien
Labordeta. Me cayó bien desde que le conocí, siendo un jovenzuelo, a finales de
los 80 en un concierto en la Plaza Mayor de Madrid, en las fiestas de San
Isidro (en la época en la que Tierno Galván las había sacado de la cutrez a la
que poco a poco han ido volviendo), cuando su “Canto a la Libertad” seguía
poniéndonos los pelos de punta incluso a los que no habíamos vivido la lucha
contra el franquismo por ser unos críos entonces. Me seguía cayendo bien cuando
le vi en televisión con su mochila, charlando con su acento maño y su tono
campechano con tantos personajes curiosos a lo largo y ancho de la geografía
española. Me cayó aún mejor cuando leí sus “Memorias de un beduino en el Congreso de
los Diputados”, con su
ácida crítica a toda la farsa y la caradura ocultas bajo la palabra “política”.
Y, como no podía ser de otra forma, se ha corroborado mi simpatía hacia él tras
leer este libro.
No es nada del
otro mundo, está claro. Pero me ha gustado leerlo. No le conocí, pero es una de
esas personas que parece que siempre te resultan cercanas, y con esa cercanía
he leído sobre su vida en este libro. Si en base a eso os merece la pena leerlo
o no… juzgad vosotros mismos.
Un pequeño homenaje:
Y, para terminar,
permitidme dejar aquí unas pequeñas muestras de homenaje a un gran hombre,
cantante, profesor, político y poeta:
Canto a la
libertad. Su canción más mítica. Esa cuyo estribillo, incluso ya con una
democracia asentada, muchos seguíamos entonando cogidos con los brazos en alto
y a voz en grito; porque siempre habrá que seguir cantando a la libertad.
A la mierda. Su famosa
reacción de hartazgo ante esa chusma de impresentables que una y otra vez le
insultaban y se reían de él mientras utilizaba su turno en la tribuna del
Congreso de los Diputados. (No se oye en el vídeo, pero los gritos eran de “cántanos
algo”, “dónde te has dejado la mochila”, “cantautor de las narices”…) Con sus
burlas, esa gentuza vociferante estaba insultando a los miles y miles de
ciudadanos que Labordeta, elegido democráticamente en las urnas, representaba.
Su reacción no sólo representó a esos miles: creo poder decir que en aquel
momento Labordeta nos representaba a millones de españoles asqueados de tanta necedad
y prepotencia.
Albada. Una
muestra del eterno compromiso con su tierra. Aunque uno no sea aragonés, y
aunque a priori no se sea un gran amante de los ritmos folclóricos, lo cierto
es que esta canción estremece.
Banderas rotas. Labordeta
nunca fue un gran cantante; él mismo se definía como aficionado, cantante de
fin de semana. Pero sí era un gran poeta. La letra de esta canción es un buen
ejemplo, y el vídeo, otro pequeño homenaje de tantos y tantos que sintieron su
pérdida.
Meditaciones de Severino el Sordo. Humor rural, de mucho antes de “El Koala” y su corral... pero con una irónica crítica de fondo.
Panegírico en la prensa. Uno de los muchos que inundaron la
prensa española a su muerte. En éste se hace también una reseña sobre este
mismo libro del que hablábamos aquí.
Que alegria da ver hablar bien
ResponderEliminara las gentes de fuera
de este rincon a mitad de camino
que es Aragón.
Hace a penas un par de semanas
escribi tambien un post
sobre este libro.
post del mismo libro en mi blog