Otro clásico
contemporáneo que no había leído hasta ahora. Y no sólo eso, sino que tampoco
tenía ni idea de qué iba; sólo sabía que era un libro famoso y que se
consideraba casi una obra maestra. Así que se puede decir que llegué a este
libro totalmente a ciegas.
Sinopsis:
La Conjura De Los Necios es una disparatada, ácida
e inteligentísima novela. Pero no sólo eso, también es tremendamente divertida
y amarga a la vez. La carcajada escapa por sí sola ante las situaciones
desproporcionadas de esta gran tragicomedia.
Ignatius J. Really es, probablemente, uno de los
mejores personajes jamás creados y al que muchos no dudan en comparar con el
Quijote. Más aún, es el antiprotagonista perfecto para una novela repleta de
excelentes personajes, situados en la portuaria ciudad de Nueva Orleans,
magistral Ignatius. Él es un incomprendido, una persona de treinta y pocos años
que vive en la casa de su madre y que lucha por lograr un mundo mejor desde el
interior de su habitación. Pero cruelmente se verá arrastrado a vagar por las
calles de Nueva Orleans en busca de trabajo, obligado a adentrarse en la
sociedad, con la que mantiene una relación de repulsión mutua, para poder
sufragar los gastos causados por su madre en un accidente de coche mientras
conducía ebria.
Crítica: Torrente intelectualoide
Para los despistados
como yo que aún no hayan leído este libro, diré que básicamente son las
aventuras y desventuras de una panda de imbéciles patéticos, liderada (es un
decir) por el imbécil supremo, Ignatius J. Reilly. Un ser insociable, odioso,
egoísta, vago, vanidoso, petulante, glotón y onanista… un Torrente en toda regla. Aunque en realidad, y dadas las
fechas, probablemente es al contrario: que Torrente sea la versión hispánica de
Ignatius. No me extrañaría nada…
El libro es un desfile
de personajes esperpénticos a lo largo de un texto ácido, absurdo, sarcástico,
cínico, incisivo, mordaz… y otras decenas de adjetivos que le podrían ser
aplicables. El resultado es un libro muy especial, obra maestra y
desternillante para una gran mayoría, insufrible también para muchos, y
simplemente original para unos pocos, entre los que esta vez me cuento. Porque
creo que éste es un libro que amas u odias… pero curiosamente yo me he quedado
en un mediocre punto intermedio. Exactamente igual que me pasa con las
películas de Torrente…
Así que nada, este
libro no lo puntuaré, porque está claro que su humor no ha conseguido llegarme,
pero esto es algo tan personal que no puedo universalizar esa relativa frialdad
con la que lo he leído, mientras que al mismo tiempo aprecio bastantes notas positivas
en su originalidad y cómo está escrito. Es decir, tengo esa sensación de
reconocer que probablemente el libro sea bueno pero que yo no he podido
apreciarlo adecuadamente. Y es que ya se sabe que pocas cosas hay tan
personales y subjetivas como el humor.
La verdad es que me
gustaría haberme desternillado de risa con Ignatius J. Reilly, pero no he
pasado de 3 suaves carcajadas en todo el libro; han sido momentos demasiado
puntuales para llegar a cogerle el gusto. Pero ya digo que, en esto, el raro soy
yo, sin ninguna duda, porque también a menudo me cuesta reírme con películas o
programas de humor que arrastran millones de espectadores…
Por destacar las notas
positivas, diré que se nota que es un libro escrito con inteligencia. Junto a
las historias estrafalarias y a los toques de lenguaje incluso soez en
ocasiones, se suman innumerables frases con un gran nivel de ingenio. Por otra
parte, el texto esconde también ácidas críticas hacia la sociedad en general, y
hacia ciertos personajes que, aunque muy estereotipados y exagerados,
representan a diferentes estamentos de la misma. Sí, el texto denota
inteligencia, lo que quizás sea su principal diferencia de un Torrente
cualquiera. Pero pese a todo, es principalmente un libro de humor, de un humor
ácido y estrafalario, que no ha conseguido llegarme más que en muy contadas
ocasiones (demasiado pocas).
También es muy posible
que al libro le pesen un poco los años. Creo que en la época en que fue
publicado, 1980, su estilo debió resultar rompedor, y muy a tono con el
espíritu de la época; en momentos en que triunfaban por su desfachatez
películas como “Pepi,
Luci, Bom…”, que hoy nos resultan poco menos que infumables, este libro
debió destacar por esa misma línea provocativa y deslenguada. Hoy, en cambio,
ese estilo ya no nos choca tanto, y supongo que eso le resta frescura y
originalidad en la actualidad.
Por supuesto, si
tenemos en cuenta que en realidad el libro fue escrito en los años 60, uno
tiene que reconocer que desde luego su autor fue un gran adelantado a su
tiempo, y no me extraña en absoluto que no pudiese encontrar ninguna editorial
que quisiera publicarlo. En aquella época, decir que este libro hubiera resultado
escandaloso probablemente es quedarse muy corto. Hoy, en cambio, no causa ya el
más mínimo escándalo, y el personaje de Ignatius J. Reilly, aunque aún sea
capaz de provocar muchas sonrisas y hasta alguna carcajada, no pasa de ser un
estrafalario patético con algunos toques de ingenio en su discurso, pero que ya
no escandaliza a nadie. Un Torrente con un barniz intelectualoide. Ya estamos
curados de espanto…
Hola, yo este libro me lo leí dos veces y en mi caso lo encontré desternillante, pero como sabiamente dices, el humor es algo muuuuy subjetivo, y lo que a unos le provoca carcajadas a otros los deja fríos y al revés.
ResponderEliminarLa comparación con Torrente nunca la había tenido en cuenta, pero me parece acertada, aunque Torrente me resulta más repugnante y antipático, no lo compadezco en su mezquindad y su ruindad como a Ignatius.
Otra relación directa la tiene con el personaje de cómic "Silvio José, el buen parásito" de Paco Alcázar. En este caso reconocida por el propio autor en alguna de las historietas.
Saludos.
Sí, Ignatius es más patético y Torrente más repugnante, desde luego. En cuanto al Silvio José que comentas no lo conozco...
ResponderEliminarMe alegro de que seas uno de los que ha disfrutado con este libro. Como comento arriba, a mí me hubiera encantado poder hacerlo... Misterios del humor...
Estoy leyendo el libro en base a las recomendaciones de un blog de reseñas, lo que he leído me parece que para el carácter latino es común encontrar personajes como Ignatius J. Reilly, tal como lo comentas en tu blog de su comparación con Torrente, el cual yo no conozco porque soy mexicana. Pero en México el equivalente de Ignatius Reilly, sería un personaje llamado Evelino Pilongano, del comic “La familia Burrón”. No es sorprendente que John Kennedy Toole fuera el que haya creado el personaje de Ignatius Reilly, que deslumbro a los anglosajones, pues Nueva Orleans tiene mucho del carácter latino, para la cultura latina es más común encontrar personajes parecidos al protagonista de “La conjura de los necios”.
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