Empecé este libro con
muchas expectativas. No en vano, se trataba de la nueva obra de Posteguillo, el
autor de la magistral trilogía de Escipión, y aunque el primer volumen de esta nueva
trilogía de Trajano no llegaba, desde mi punto de vista, al nivel de aquélla,
no por ello dejaba de ser una buena novela.
A medida que lo iba
leyendo, no obstante, no podía evitar sentirme decepcionado. ¿Era yo? ¿Eran mis
expectativas demasiado altas, o quizás ya estaba algo saturado de tanto romano
y del estilo del autor, después de cuatro volúmenes de “dimensiones épicas”?
Recuerdo que, andando yo en esas dudas, me vino a la mente el título de una
película argentina: “No sos vos, soy yo”. Pero no, no era yo; ahora que la he terminado
ya estoy seguro. Esta novela está muy por debajo del nivel de la obra anterior
del autor. Flojita, flojita. Una pena.
Sinopsis:
Circo Máximo es la segunda parte de la trilogía de
Trajano, que comenzó con Los asesinos del emperador, un relato impactante,
descomunal, descrito con un trepidante pulso narrativo destinado a trasladar al
lector a la Roma imperial de los césares.
Circo Máximo es la historia de Trajano y su
gobierno, guerras y traiciones, lealtades insobornables e historias de amor
imposibles. Hay una vestal, un juicio, inocentes acusados, un abogado especial,
mensajes cifrados, códigos secretos, batallas campales, fortalezas
inexpugnables, asedios sin fin, dos aurigas rivales, el Anfiteatro, los
gladiadores y tres carreras de cuadrigas. Hay también un caballo especial,
diferente a todos, leyes antiguas olvidadas, sacrificios humanos, amargura y
terror, pero también destellos de nobleza y esperanza, como la llama de Vesta,
que mientras arde preserva a Roma. Sólo que hay noches en las que la llama del
Templo de Vesta tiembla. La rueda de la Fortuna comienza entonces a girar. En
esos momentos, todo puede pasar y hasta la vida del propio Trajano, aunque él
no lo sepa, corre peligro.
Y, esto es lo mejor de todo, ocurrió: hubo un
complot para asesinar a Marco Ulpio Trajano.
Crítica: Entretenida
Calificar a una novela
como entretenida no es malo. Lo he hecho con otras, y lo he valorado de forma
positiva. Lo malo es cuando tus expectativas van mucho más allá del mero
entretenimiento: entonces, que sólo puedas calificarla como entretenida,
empieza a no ser tan bueno, desde un punto de vista totalmente subjetivo. Por
eso, para empezar diré que, objetivamente, y si no se compara con nada de lo
anterior de este autor, esta novela es una buena lectura de entretenimiento, un
librillo tipo best-seller bien ambientado en la antigua Roma que hará pasar un
buen rato al lector. Si se sabe que es eso lo que se puede esperar, se
disculparán sus carencias y sus defectos como algo frecuente en este tipo de
obras, y se valorarán, por el contrario, sus virtudes (buena ambientación y
documentación, principalmente). Si no conociera la obra previa del autor, mi
reseña quedaría básicamente en esto, como he hecho con otras obras similares:
una novela que entretiene y que está bien ambientada y documentada, y de la que
no se debe esperar nada más. Pero la diferencia es que sí conozco la obra
previa del autor. Y, aunque digan que las comparaciones son odiosas, creo que
en este caso toca hacerlas.
Ya lo dije en mi
reseña sobre el primer volumen de esta nueva trilogía, Los asesinos del emperador: que me daba la impresión de que se había querido
estirar demasiado la historia, que la vida de Trajano, incluso aunque se
ampliara para cubrir todo el convulso periodo anterior a él (que es lo que
ocupa ese primer volumen) no daba para una trilogía. Fue un periodo soso,
aburrido, si se lo compara con las guerras púnicas y los vaivenes políticos de
la República que ocupaban la primera trilogía. Ni las campañas militares, ni
los acontecimientos sociales, ni la aburrida política de la época imperial
(repleta de conspiraciones y traiciones, sí, pero carente de verdadera escena
política, como en toda dictadura) tenían parangón en este periodo con respecto
al cubierto por la fantástica trilogía de Escipión.
Posteguillo rellenó el
primer volumen hablándonos de los múltiples emperadores que se sucedieron en un
corto periodo repleto de convulsas revueltas en la capital, y centrándose sobre
todo en el loco Domiciano. Trajano no pintaba nada allí, pero había que hacer
una trilogía para explotar el filón de ventas, y bueno, lo cierto es que Domiciano
logró mantener el tipo. Hubo que rellenarlo con historias de gladiadores y
otras historietas menores, y desde luego el nivel quedaba lejos de su obra
anterior, pero, aunque la ficción cobraba bastante mayor peso allí, todavía la
Historia, con mayúsculas (novelada, por supuesto, con todo lo que esto implica
en cuanto a imaginación) seguía manteniendo un peso aceptable en el global del
libro.
Ahora no. En Circo
Máximo, la Historia, con mayúsculas, es secundaria. Se convierte aquí más bien
en el marco en el que se desarrollan historietas variadas de aurigas, vestales,
gladiadores y otros personajes nacidos únicamente de la imaginación del autor.
La Historia con mayúsculas realmente no daba para más, y un par de batallas que
tuvieron muy poco de épicas (especialmente si las comparamos con las increíbles
campañas desarrolladas por Aníbal y Escipión) y la construcción de un puente,
no dan para rellenar mil páginas de texto. No dan casi ni para cien.
Y no hay nada más:
olvidados quedan ya los memorables discursos de la primera trilogía, las
rivalidades políticas, el nacimiento del teatro… todo lo que nos hizo
enamorarnos de Escipión, de Aníbal y de su época. Tampoco encontramos ya las
fantásticas descripciones de la Roma republicana, en las que nos parecía estar
deambulando por las callejas de la ciudad: aquellos libros transpiraban alma y
pasión. Éste, no.
Quizás por ello, los
defectos del autor, que siempre estuvieron presentes pero que pasaban
prácticamente desapercibidos bajo un argumento colosal, salen aquí a la luz con
más claridad que nunca. Y es curioso, porque el autor ha mejorado algo en su
técnica (no he encontrado ya defectos tan flagrantes como las excesivas
reiteraciones del libro anterior, o las coletillas repetidas decenas de veces
en la trilogía de Escipión), pero en cambio se observan defectos mucho mayores
que esos. Aparece ante nosotros un estilo que, sin haber sido nunca nada
especial, resulta aquí de lo más pobre, plano, insulso… y casi infantil. Al
centrarse en sus historias imaginarias (por falta de esa Historia real que le
había guiado hasta ahora en todas sus anteriores novelas) han aparecido las
tramas previsibles, inverosímiles e infantiloides. Sinceramente, este libro
resulta, en ese aspecto, una perfecta novela juvenil, pero que por fuerza tiene
que defraudar al lector adulto con algo de espíritu crítico. Todo ello por no
hablar del abuso de la técnica del “suspense”, cortando las escenas siempre en
el supuesto momento de mayor tensión, para pasar a otra escena diferente. Algo
que al cabo de un rato provoca casi una sonrisa irónica en el lector, que sabe
que cuando se retome ese momento de gran tensión todo se habrá dado la vuelta,
el sufrido héroe habrá conseguido salir airoso de alguna forma improbable, y
todo volverá a tener un final feliz… hasta que se vuelva a meter en líos a las
pocas páginas. Lo siento, Santiago, pero tus lectores en general ya somos
mayorcitos para estas tomaduras de pelo…
En fin, una pena. Una
pena si uno esperaba algo del nivel de lo anterior, claro está. Porque si no,
pues como decía al principio, se trata de una obra ligerita, amena, entretenida
y que se lee bien, para pasar el rato. Con una buena ambientación y una
correcta documentación, lo cual es siempre muy valorable, por supuesto, pero
una novelilla más de romanos, gladiadores, corredores de cuadrigas, y héroes y villanos
a tutiplén. En realidad el título está muy bien elegido: esta novela es un
circo.
Posteguillo es un
autor de best-sellers. Se lo ganó a pulso con sus primeras obras, y se lo tiene
merecido. La pena, para sus lectores, es que a día de hoy parece que sigue
escribiendo best-sellers… en la peor acepción de esa palabra. Supongo que en el
fondo era inevitable: había que exprimir a la gallina de los huevos de oro, y
sacar novelas como churros, aprovechando el tirón. No le culpo, seguramente
todos haríamos lo mismo. Pero, como lector, permitidme que me lamente por ello.
Nota personal: 7 (intentando
ser objetivo, considerándola como mera lectura de entretenimiento, y olvidando
lo que pudo haber sido y no fue)
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