Como ya anuncio al
final de la crítica anterior, he decidido dejar de poner “nota” a los libros
que leo.
La razón no es nueva,
de hecho es algo a lo que llevo dándole vueltas desde que empecé este blog,
porque lo considero muy delicado. Y es que, por mucho que lo califique de “nota
personal”, tiene unas connotaciones que probablemente no siempre son bien
entendidas. Me explicaré:
Mi intención cuando
valoraba con una nota de 0 a 10 los libros que iba leyendo, era indicar más o
menos mi nivel de satisfacción tras la lectura del libro. Pero eso es
tremendamente subjetivo.
No se trata sólo de
que cualquier valoración sea subjetiva, que lo es: es que ese “nivel de
satisfacción” es muy fluctuante y hasta aleatorio, pudiendo depender del estado
de ánimo que tenías cuando lo leíste, de tu “época como lector”, o simplemente
de las expectativas que te hubieras planteado antes de empezarlo, entre otros.
Lo del estado de ánimo
creo que nos pasa a todos: cada libro tiene su momento. A veces te apetece un
libro ligero, otras veces algo más profundo… y a veces no sabes qué te apetece.
Y esos momentos en los que no sabes lo que quieres son los peores, porque como
no atines con el estilo que te pide el cuerpo sin saberlo, la cosa puede salir
mal. No sé si os pasa, pero a mí sí. Y eso a menudo no es justo con el libro.
Sobre la “época como
lector”, creo que todos sabemos que evolucionamos. Hoy no me gustan las mismas
lecturas que hace 20 años, mi experiencia lectora también ha cambiado y soy más
exigente, etc. Todo eso influye. Y un libro al que hoy le pongo un 8 a lo mejor
dentro de 3 años le pondría un 6… o viceversa.
Pero peor que todo
esto, que era algo que tenía claro desde el principio, está el tema
“expectativa”. Supongo que como casi todo el mundo, antes de leer un libro sé
más o menos qué esperar de él: sé si espero un libro ligero y de
entretenimiento, o buena literatura; sé si espero no poder dejarlo ni un
momento, o paladear su estilo… Cada cosa tiene su momento, y todas son
valorables, aunque puedan tener un valor “real” (literario o como lo queráis
llamar) muy diferente. Pero la puntuación la daba en función de lo que esperaba
de ello. Así, daba por ejemplo un 8 a un libro del que esperaba entretenimiento
y me sorprendía con algo más (buena documentación, buen estilo… cualquier cosa
no esperada), y a lo mejor en cambio daba un 6 a una buena obra literaria de la
que me esperaba mucho más y me dejaba frío… Esos números, a secas, no dicen
nada. No permiten comparar.
Por supuesto, yo
contaba con que el numerito era sólo un añadido más a mis comentarios sobre el
libro, donde detallo mejor lo que me ha gustado y lo que no… pero me temo que
al final, muchas veces, es el numerito lo que más cuenta. Y no me parece justo.
Así pues, aunque sigo
pensando que el numerillo tiene su valor, creo que ponerlo puede tener más
contras que pros. Llevo meses dándole vueltas sin decidirme, y al final lo he
decidido: fuera números.
Disculpad el rollo, pero supongo que hacía falta una
explicación. O no. Pero bueno, aquí la tenéis, si os interesa.
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