Una de las
mejores novelas que he leído sobre la postguerra española. Parece increíble que
haya sido escrita por un británico.
Sinopsis:
Año 1940. Europa está en manos de los nazis. En
plena posguerra, Madrid pasa hambre y se ha convertido en un hervidero de
espías de todas las potencias mundiales. Harry Brett, un ex soldado inglés que
conoció la guerra civil y trabaja para el servicio secreto británico, debe
ganarse la confianza de un antiguo condiscípulo, Sandy Forsyth, para averiguar
a qué negocios turbios se dedica en la España de Franco.
Harry se verá envuelto en un juego muy peligroso.
Mientras tanto, Barbara Claire, la novia de Sandy, antigua enfermera de la Cruz
Roja, también tiene una misión secreta: encontrar a su ex amante, Bernie Piper,
un voluntario comunista de las Brigadas Internacionales que desapareció tras la
batalla del Jarama.
Inolvidable, irresistible e imprescindible, Invierno
en Madrid es una novela de amor y espionaje que trata sobre la dificultad de
elegir bien en un momento marcado por la guerra.
Crítica: Un magnífico libro sobre la historia
reciente de nuestro país
Yendo al
grano, diré que el libro me ha encantado. Ni es una joya literaria, ni tampoco
lo puedo calificar como “un novelón”, pero está magníficamente documentado y
refleja perfectamente lo que era la España de los años 40, con la mayor parte
de la población sumida en la pobreza de la postguerra mientras unos cuantos se
enriquecían y buscaban su personal nicho de poder entre el caos y la corrupción
generalizados.
El
protagonista, Harry Brett, es un inglés de clase media-alta que estudió español
y visitó nuestro país antes de la Guerra Civil. Enviado al frente francés al
comienzo de la invasión nazi, fue herido en Dunkerque y padece neurosis de
guerra. Declarado no apto para el servicio activo, el gobierno de Su Majestad
le ofrece seguir siendo útil a su país desde los servicios secretos: sus
conocimientos de español y su antigua amistad de colegio con el vividor Sandy
Forsyth, en la actualidad introducido en los círculos falangistas españoles para
hacer negocios con el régimen de Franco, resultarán muy útiles en las
actividades encaminadas a evitar que España se una a los nazis contra Gran
Bretaña. Harry Brett llegará a España considerándose neutral, pero lo que
encuentra a su llegada, y la comparación con lo que conoció antes de la guerra,
le irá obligando poco a poco a tomar partido.
Por otra parte
tenemos al ya mencionado Sandy Forsyth, típico ejemplo de quienes medraban en
la “nueva España” para enriquecerse a costa de cualquier cosa. Y Bernie Piper,
el idealista, el chico de clase obrera que estudió con una beca en el colegio
de clase alta en el que conoció a Brett y Forsyth, y cuyas simpatías comunistas
lo llevaron a enrolarse en las Brigadas Internacionales durante la Guerra
Civil. Desaparecido durante la Batalla del Jarama y dado por muerto, en
realidad se encuentra picando piedra en un campo de prisioneros de Cuenca;
dicen que, con esas piedras, Franco planea construir un enorme mausoleo en
Guadarrama. Barbara Clare, una enfermera de la Cruz Roja que trabajó en ambos
bandos durante la contienda civil, se enamoró de él, pero acabó más tarde en
los brazos de Forsyth; en la actualidad, languidece entre fiestas con la alta
sociedad franquista e intentando realizar una actividad social con los
huérfanos de la guerra, algo que le resulta cada día más difícil.
También
encontramos personajes españoles: la familia de un general de Franco, y otra
familia que pasa hambre entre las ruinas de Carabanchel. Las dos Españas.
En medio de
todo esto, los intereses británicos por controlar las actividades del gobierno
español y su política hipócrita; la entrevista de Franco con Hitler en Hendaya;
las actividades de la embajada británica en Madrid y la amargura del estirado
Hoare, que esperaba ser virrey en la India y no embajador ante un régimen
hostil; la rivalidad entre monárquicos y falangistas en las altas esferas del
franquismo; la proliferación de los arribistas, estraperlistas y embaucadores
venidos a más que se arriman a los vencedores buscando su enriquecimiento
personal; y el sufrimiento, el hambre y el miedo del pueblo llano.
Pero, aunque
la trama es interesante y amena, no es lo único valorable de este libro: su
estupenda ambientación y el magnífico retrato que realiza de aquella España es,
para mí, lo mejor. Los diversos personajes que aparecen reflejan las
diferencias entre distintos estamentos de la sociedad, su vida y sus
sentimientos… Y la forma de entender nuestra Guerra Civil y nuestra postguerra
resultan sorprendentes en un extranjero, por mucho que esté licenciado en
Historia y sea la novela histórica su género habitual.
La
documentación es exquisita, presentando multitud de pequeños detalles de todo
tipo, algunos de ellos poco conocidos incluso para el español medio. Y su forma
de entender las dos Españas también resulta sorprendente. Además, buena parte
de los personajes fueron personas reales, y muchos de los hechos relatados son
históricos; aunque se ha elaborado alrededor de ellos una historia ficticia
como hilo central, podemos decir que toda esta novela está basada en hechos
reales.
Sólo he
encontrado dos pequeños detalles, insignificantes en el fondo, en los que he
detectado fallos que probablemente no habría cometido un autor español: la
mención a carteles con la efigie de Stalin en la zona republicana durante la
Guerra Civil, y el hecho de que algunos de los personajes se hagan un cocido
para cenar. En el primer caso, no hubo ningún cartel de ese tipo (podéis
revisar colecciones de carteles de la Guerra Civil por internet si queréis
comprobarlo); hubiera sido lo mismo que ver carteles con la efigie de Hitler o
Mussolini en la zona franquista: por muy simpatizantes que se fuera de esos
dirigentes, no dejaban de ser dignatarios extranjeros que no hubieran pintado
nada en la propaganda de uno u otro lado. En cuanto al cocido, sobra decir que
a nadie se le ocurriría en nuestro país hacerse esa comida para cenar; pero ya
sabemos que la cena es para los ingleses la comida fuerte del día, así que es
comprensible el error (NOTA: un lector me aclara que esto no es un error, que en muchas casas la única comida del día digna de ese nombre -como mucho- tenía lugar al final de la jornada. Más información en comentarios). En el fondo, tanto uno como otro son errores menores
comparados con la magnífica documentación sobre nuestro país, nuestra historia
y la realidad de aquellos años, que se desprende de cada una de las páginas del
libro.
Pese a contar
con una trama de cierta intriga, se trata de una novela pausada; en el fondo,
ésta es una novela de sentimientos: los de los personajes, y los que provoca en
el lector la cruda exposición de la vida en aquellos años. Y como consecuencia
de la época y la situación, quizás también decir que es una novela algo amarga.
Su título lo describe bien: Invierno en
Madrid, y no se refiere sólo a la estación del año. Es el retrato de una
ciudad ocupada, a la que se castiga por su tenaz resistencia y en la que todos
sus habitantes son sospechosos (a menudo con razón) de ser simpatizantes
republicanos. Una ciudad que pasa hambre, frío y miedo, en la que no se ven
gatos ni palomas (“se los han comido”).
Una ciudad triste, en permanente invierno.
A pesar de
todo, no puedo decir que ésta sea una gran novela. Es una novela muy buena,
pero escrita por un autor medio. No tiene un estilo destacable; aunque no es,
ni mucho menos, malo, es un estilo insulso, sin brillo, normalito. También
quizás añadir que le falta un poquito de pasión. No puedo evitar pensar que esta
historia en manos de Almudena Grandes se convertiría en una verdadera joya.
Lamentablemente, Sansom no es la Grandes. Pero, a pesar de todo, ha conseguido
escribir un buen libro. No un gran libro (de esos hay pocos), pero sí uno que
merece la pena leer. Lo recomiendo sin ninguna duda.
Nota personal:
8,5
P.D.: Si no
sois grandes conocedores de la historia de la postguerra española, os
recomendaría leer antes “Los años del miedo”, de Eslava Galán. Aparte de ser un
libro muy interesante y ameno, creo que aporta la base de conocimientos ideal
para disfrutar esta novela en mayor profundidad. Y, entre otras cosas, para
darse cuenta de que muy poco de lo que aquí se cuenta es ficción, que nada es
demasiado imaginativo, y que toda la trama de este relato se apoya en hechos
reales.
Nací en Pedroche, un pueblo de Córdoba (España), en 1947. Mis padres compartían una amplia casa con otro matrimonio: el marido trabajaba en el campo de sol a sol. Su única comida caliente la hacía de noche: y era, la mayoría de las noches, cocido... Yo tendría unos ocho años... nunca lo he olvidado. En otras casas, la cena consistía en nabos cocidos con un dado de tocino...
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