Estas preguntas llevamos haciéndonoslas toda la Humanidad los últimos 70 años. Pero, como dice al final de la cita, no hay respuestas.
—¿Cómo pudo suceder
algo así? —Por las noches pasaba largo rato hablando, formulándose preguntas a
sí misma y al príncipe—. ¿Me habría enrolado yo en el Bund Deutscher Mädel,
habría desfilado toda orgullosa, con mi uniforme almidonado y mis pulcras
trenzas? ¿O habría arriesgado la vida imprimiendo octavillas secretas? ¿Habría
tenido valor para empuñar un arma y unirme a la resistencia?
Le destrozaba pensar
que no iba a saberlo nunca.
—¿Y qué me dices de
todos aquellos mitläufer, todas aquellas personas que desfilaban con Hitler y
aplaudían sus discursos, su guerra? Algunas de ellas ni siquiera se
consideraban nazis, de modo que tal vez sea cierto que algunas ignoraban lo que
les estaba sucediendo a los judíos. Supongo que simplemente se consideraban
ciudadanos amables y civilizados. ¿Pero acaso no fueron también cómplices?
¿Acaso no estaban ayudando a los nazis a hacer rodar su mortal maquinaria no
diciendo nada o cantando sus absurdas canciones? ¿Cómo podían no darse cuenta
de que por la noche estaban secuestrando a sus vecinos judíos, que estaban
desapareciendo sus colegas de trabajo, sus tenderos, sus amigos... así, sin
más? ¿Y qué me dices del abuelo? ¿Qué hizo mi abuelito en la guerra?
Mara se sentía
atrapada en una corriente de preguntas que giraban a su alrededor como maderas
a la deriva. Y no había respuestas.
Todo lo que cabe en
los bolsillos – Eva Weaver
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