Me acerqué a este
libro por sus buenas críticas, y por descubrir a Mailer. Vale, ya lo he
descubierto. A otra cosa.
Sinopsis:
El cadáver de Hugh Montague, antiguo oficial de la
CIA, es descubierto flotando en un lago, con la cara destrozada. Harlot, tal
era su nombre en clave, no trabajaba ya en la Agencia, pero aún continuaba
investigando lo que él llamaba «los Grandes Santones». Su desaparición abre
ahora un interrogante: ¿Se ha suicidado, ha sido asesinado o es sólo un montaje
para poder desaparecer de la vida pública? Harry Hubbard, ahijado de Harlot,
casado con su ex esposa, sabe que también su vida está en peligro. Decide huir.
Durante un año, escondido en un hotelucho de Nueva York, escribe sus memorias.
En esta novela, Norman Mailer descubrirá no sólo
una historia apasionante sino, también, la posibilidad de conocer el
funcionamiento interno de la CIA; su formación, sus métodos, sus objetivos.
Opinión personal: Interesante, pero pesado
Acercarse a este libro
ya impone: 1300 páginas en papel para alguien como yo, sin un interés especial
por las novelas de espionaje, es como para pensárselo mucho antes de empezarlo.
Pese a todo, página a
página, el libro ha caído, y supongo que haber llegado al final ya tiene su
mérito. Por parte del libro, quiero decir: si no lo he abandonado a la mitad,
supongo que ha sido por algo.
Y es que lo cierto es
que mi opinión hacia este libro es algo ambivalente: me ha resultado largo y
algo pesado, y sin embargo considero que es un libro interesante, y que hasta
podría considerarse un buen libro (aunque esto depende mucho del punto de
vista, claro; si buscas puro entretenimiento, te parecerá un tostón insufrible).
No destaca por su estilo, su valor literario diría que es justito, pero en el
fondo resulta interesante, a poco que uno tenga un espíritu curioso, sin
necesidad de ser un amante de la historia geopolítica del siglo XX.
La razón de este
interés es que, a pesar de tratarse de una obra de ficción, se trata en
realidad de un recorrido novelado por la historia de la CIA durante la Guerra
Fría, en las décadas de los 50 y 60. El autor se ha documentado profundamente
para escribirlo, y se apoya continuamente en hechos reales, de modo que el
texto nos permite ir conociendo muchos detalles curiosos tanto de la historia
de nuestro siglo, como del funcionamiento de las grandes agencias de espionaje.
¿Dónde termina la
realidad y comienza la ficción? No es fácil discernirlo, y aunque el propio
autor desvela bastantes pistas al respecto en una nota final, como él mismo
dice en realidad no importa: si los detalles concretos no ocurrieron
exactamente así, lo cierto es que así es como podrían haber ocurrido. Lo
importante es que “la filosofía” subyacente sea correcta. La verdad es que
resulta creíble, y el autor confiesa que, tras todos sus años de documentación
sobre el tema, cree haber llegado a comprender bien cómo funcionan estas
organizaciones, y en base a ese supuesto conocimiento, ha escrito el texto. Nos
hallamos, pues, ante una mezcla de hechos históricos, con un conjunto de
personajes también históricos (reales) y unos cuantos personajes ficticios que
“interactúan con la historia real” del modo en el que el autor considera que
podría haber ocurrido.
El resultado es
interesante, aunque pesado. Interesante porque uno descubre muchas cosas,
algunas de ellas verdaderamente curiosas (incluso por lo absurdo, en
ocasiones), pero pesado por el exceso de detalles, por el exceso de páginas,
por el exceso de información superflua… y por la escasez de acción. Aunque esto
último entiendo que es lo correcto: la verdadera actividad de inteligencia se
muestra aquí como un 99% de rutina, papeleo y “cotilleos de viejas”, y sólo un
1% de acción.
En el libro,
viajaremos con el protagonista al Berlín dividido y plagado de agentes rivales
de los años 50. Un escenario donde la paranoia era la orden del día, donde uno
no sabía si la persona con la que hablaba era un simple ciudadano corriente, un
agente de la CIA, uno del KGB, o un agente doble; un contexto en el que nadie
confía en nadie, donde incluso tu compañero de agencia puede estar en realidad
a sueldo del enemigo. Y, lo más curioso, un contexto en el cual en realidad no
pasa nada: donde se investigan chorradas, donde se derrochan medios y tiempo
para “a lo loco” con la esperanza de obtener algo valioso, buscando una aguja
en un pajar… En el fondo, uno descubre cómo se pierde gran parte del tiempo en
verdaderas gilipolleces, y uno se pregunta para qué se invierten tantos
millones de los contribuyentes para dar… prácticamente nada.
De ese Berlín
paranoico nos trasladamos después a Uruguay, un país sin importancia, ajeno en
apariencia a toda la primera fila de la política internacional, pero donde los
agentes rusos y norteamericanos siguen moviéndose entre bambalinas dedicados a
“sus cosas”. Aunque a veces sean tan absurdas como contratar a grupitos de
revoltosos para hacer pintadas en las paredes o tirar bombas fétidas en las
concentraciones promovidas por el contrario, para reventarlas. O a espiarse
mutuamente aunque sólo sea para fastidiar al contrario, descubriendo sus
amoríos y “chivándose” a sus mujeres…
De ahí seguimos a
Florida, a los grupos de contrarrevolucionarios cubanos en Miami, y a todas las
actividades de la CIA para intentar derrocar o asesinar a Castro. El desembarco
de Bahía de Cochinos, y muchas otras acciones de sabotaje poco conocidas
llevadas a cabo por la agencia norteamericana en territorio cubano, junto con
los múltiples intentos (en ocasiones estrambóticos) de asesinar a Fidel Castro,
van desfilando a través de unas páginas que, en esta parte, se me han hecho
algo más espesas que el resto. A pesar de ello, hay notas de interés,
especialmente viniendo de un autor norteamericano, por la autocrítica: se
insinúa cómo fue en buena medida la propia actitud de los Estados Unidos la que
echó a los cubanos en brazos de los rusos; o cómo una gran parte de los
exiliados eran en realidad mafias y poderosos empresarios, con más interés en
derrocar a Castro para recuperar sus intereses económicos, que por verdadero
afán democrático, a la vez que se reconoce la gran mejora que experimentó el
pueblo llano tras el derrocamiento de Batista. Por no hablar de la falsa
publicidad de “balseros que huyen de Cuba” y que en realidad en muchos casos habían
partido de la propia costa de Florida…
La rivalidad con el
FBI de J. Edgar Hoover, el odio de los dirigentes de la agencia hacia el
presidente Kennedy, el sabotaje de la CIA a los intentos pacificadores de la
Casa Blanca, los amoríos del presidente y su seguimiento por el FBI, Sinatra y
sus relaciones con la mafia, la crisis de los misiles y, finalmente el
asesinato de Kennedy, van desfilando poco a poco por la segunda mitad del libro
hasta llegar a su final. Casi todo ello contado de forma epistolar, a través de
la correspondencia mantenida entre el protagonista y su amor platónico (casada
con un alto cargo de la CIA). Es posible que esta técnica narrativa, con la que
personalmente no termino de “conectar”, haya sido otra de las razones por las
que el libro me ha resultado algo más pesado.
En resumen: un libro
interesante para conocer los entresijos del funcionamiento de las agencias de
inteligencia y de buena parte de los acontecimientos más notables de la época
de la Guerra Fría. Pero por lo demás, un libro largo, muy largo, lento y escasamente
ameno. No me arrepiento de haberlo leído, pero lo recomendaría con bastantes
reservas. Interesante, pero pesado.
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