He leído este libro en
dos ocasiones; la primera, de muy joven (supongo que con unos 17 años, más o
menos), y me encantó. La segunda, por curiosidad, porque me quedó grabado como
un libro magnífico y quería recordar por qué, casi tres décadas después. El
resultado de la segunda lectura fue mucho menos intenso… pero aún así, creo que
es un libro interesante.
Sinopsis:
Son las Memorias escritas en prosa del propio
Neruda. Se publican en 1974, y en ellas se aprecian tanto las experiencias
vitales del poeta como su obra literaria. Estas memorias son, por tanto, un
material indispensable para entender y profundizar en su poesía. La obra se
divide en doce cuadernos y cada uno, se refiere a importantes momentos de la
vida del poeta. También se describe su evolución poética y política, y además
aparecen los temas más queridos por el poeta: su país, su pueblo, la lucha por
el socialismo, su vocación de intelectual acorde con la clase por la que
lucha...
Crítica personal:
“Confieso que he
vivido” son las memorias del poeta chileno Pablo Neruda escritas con una
maravillosa prosa que mezcla desgarrado realismo con fragmentos puramente
poéticos. Y es una buena elección la del vocablo “memorias” y no “biografía”,
porque lo que tenemos en este libro es una colección de vivencias, de anécdotas
y pensamientos de su autor que tienen poco que ver con una biografía
convencional. De hecho, es difícil hacerse una idea clara de la vida de este
premio nobel de literatura sin recurrir a otros medios: he tenido que acudir a
la wikipedia para saber, por ejemplo, que se casó tres veces o que tuvo un hijo
con hidrocefalia que murió a los ocho años de edad. Es curioso cómo un poeta,
una persona cuya obra se basa en los sentimientos, muestra tan poco de sí mismo
en sus memorias: no hay apenas referencias a su familia, se menciona al final
muy de pasada que se puso el pseudónimo de Pablo Neruda para que su padre no
supiera que escribía ya que no quería que fuese poeta, pero es la única brevísima
mención a los posibles problemas que pudo tener por esta causa en su niñez; se
menciona que fue a la universidad, pero no aparece qué carrera estudió o cómo
financió sus estudios viniendo de una familia humilde; su primera mujer ni siquiera
es mencionada, el nombre de la segunda no aparece más de un par de veces y de
pasada, y sólo el nombre de la tercera se menciona en cuatro o cinco ocasiones
como mera acompañante en diversos acontecimientos de su vida; ni una mención a
su hijo enfermo, ni siquiera al hecho de haber tenido un hijo… Son sólo unos
ejemplos de lo que este libro no es, es decir, una biografía del poeta.
Por el contrario, el
libro es más bien un relato de hechos y vivencias, unos de más interés que
otros cuando se leen hoy en día, pero que se lee a nivel global de forma amena
y con interés. En el libro encontraremos poéticas descripciones de la araucanía
chilena o de los exóticos paisajes por los que fue pasando en su viajera vida
(India, Camboya, México…) mezclados con retratos personales de decenas de
grandes personajes de la literatura, el arte y la política. A lo largo de las
páginas del libro desfilan nombres como César Vallejo, García Márquez, García
Lorca, Alberti, Miguel Hernández, Picasso, Ilya Ehrenburg, Paul Valery, Éluard,
Aragón… Stalin, Mao Tsé Tung, Castro, Che Gevara, Allende… y decenas y decenas
de grandes personajes del siglo XX. De ellos conoceremos anécdotas y las
impresiones personales del autor, desde elogios hasta ácidas críticas en algún
caso.
En el libro aparece también
brevemente, especialmente en su parte final, la política. Procedente de una
clase humilde, de espíritu progresista y siempre unido al pueblo, Neruda cayó
enamorado de la gran revolución obrera de la primera mitad del siglo XX, el
comunismo. Por su afiliación fue perseguido y obligado a vivir en la
clandestinidad y finalmente en el exilio, desde donde seguiría prestando su
apoyo a nivel internacional al movimiento obrero a través de su poesía. Aunque
algo desencantado por la evolución personalista y dictatorial que esta
ideología tomaría con el tiempo tanto en la URSS como en China, Neruda fue un
gran defensor de la ideología izquierdista durante los momentos más álgidos de
la Guerra Fría, y su fama como poeta de izquierdas le llevaría a conocer de primera
mano a algunos de los grandes dirigentes comunistas a nivel mundial.
Leído en la actualidad
y quizás también por el hecho de ser un lector español, la parte más
emocionante del libro es la dedicada a la guerra civil española. Sin apenas
detalles, con poco más que el sentimiento que se desprende de las palabras de
Neruda al hablar del asesinato de García Lorca, la vida en el Madrid sitiado,
la admiración hacia los milicianos en alpargatas y hambrientos que defendían
con su vida las obras de arte del palacio de la duquesa de Alba, o el desprecio
hacia las bandas de delincuentes disfrazados de anarquistas que imponían su ley
y daban “paseos”, le dan a esa parte una emoción especial. Emoción que se
convierte en rabia compartida con la del autor cuando se muestra el rechazo de
los países “democráticos” hacia los miles de refugiados republicanos que
cruzaban desesperados las fronteras con el fin de la guerra civil. En esta y
otras ocasiones a lo largo del libro, Neruda no se muerde la lengua para contar
cómo el mismo presidente chileno que le había encomendado organizar la
evacuación desde Francia de miles de estos refugiados hacia Chile, se hacía el
loco días después cuando todo estaba listo para el traslado, ante las presiones
recibidas para no acoger a quienes se habían convertido en parias sin patria
hacinados en campos de concentración en suelo galo. Una historia que se repite siempre (¿no os recuerda a los refugiados sirios?), y que conviene recordar que nos puede pasar a todos, como ocurrió en el 39.
Y corto aquí ya porque
estoy extendiéndome demasiado. Resumiendo, “Confieso que he vivido” me parece
un libro bastante recomendable, algo irregular quizás en cuanto a interés a lo
largo de su texto, pero sin llegar a caer en el aburrimiento en ningún momento,
mezclado con fragmentos que se leen con avidez. Esta ha sido mi segunda
lectura; la primera fue en mi juventud, probablemente con 16 ó 17 años, y me
encantó. En esta relectura, no ha llegado ni de lejos a la imagen que tenía de
él en mi memoria, pero no me arrepiento de haberlo leído. Y en cualquier caso,
tanto en una lectura como en otra he terminado con la misma inquietud: con las
ganas de leerme algunos de los libros de poesía de este chileno universal,
reconocido como uno de los más grandes poetas contemporáneos a nivel mundial, a
pesar de que no he sido nunca un amante de este género literario.
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