Últimamente leo muchos
libros sin saber por qué. Me explico: se trata de libros sobre los que leo
alguna crítica positiva en algún sitio, que me da indicios de que el libro
tiene buena pinta, que me podría gustar. Entonces, me lo apunto en la “cartera
de pendientes”. Lo que pasa es que, generalmente, cuando rebusco “en la
cartera” en busca de mi próxima lectura, en muchos casos ya ni me acuerdo de
qué va el libro ni por qué está allí. Y a veces acierto, y a veces no. Y en
otras ocasiones, ni fú ni fá. En esta ocasión ha sido más bien un caso de estos
últimos.
Sinopsis:
Moisés es un niño judío que vive en Paris con su
padre. El Serñor Ibrahim, un anciano árabe, regenta una tienda de ultramarinos
en la misma Calle Azul en la que vive Moisés, y será allí donde éste empezará a
comprender la vida adulta y dejará atrás su infancia. Con un padre
permanentemente afligido por el abandono de su esposa, preocupado
constantemente por su trabajo y por sus libros de leyes, Moisés acepta casi sin
darse cuenta la amistad incondicional que le brinda el Señor Ibrahim. En su
tienda hablarán sobre los sucesos cotidianos y sobre las cosas de la vida. Una
amistad pausada, sin exigencias, forjada en el entendimiento mutuo y en un
cariño que despierta sin ruido, sin avisar.
El Señor Ibrahim y las flores del Corán es un
libro breve pero muy intenso, cuenta con apenas 60 páginas que su autor ha
llenado de emociones y sentimientos. Sin duda, una joya que no debe pasar de largo.
Crítica: Un relatillo corto del tipo “tó er mundo
é güeno”
Algunos libros, lo
mejor que tienen es que son tan cortos, que por mucho que puedan defraudarte
nunca tendrás la sensación de haber perdido el tiempo. Eso me ha pasado con
este librillo que se lee en un par de horas, aunque me consta que mucha gente
lo ha disfrutado.
Se trata de la típica
historia del adolescente que encuentra a un “mentor”, un adulto bondadoso y
sabio (ya se sabe, eso de que “más sabe el diablo por viejo…”) que le asesora y
le guía. Vamos, como en Karate Kid (“dar
cera, pulir cera”) o en decenas de otros libros y películas, el típico
esquema que siempre funciona.
Y… ¡nada más! No hay
más. Un pelín (pero pelín-pelín, porque la extensión no da para más) de
filosofía vital barata, un pelín de sutiles apuntes anti extremismos religiosos
(judío y musulmán como amigos íntimos), y alguna que otra anecdotilla y algún
pequeño toque de humor. Y ya está, se acabó el libro. Supongo que con una
sonrisa en los labios y cierta sensación de bienestar para algunos, y una
sensación de “pues ya está, hala, a por otro” para otros, entre los que me
incluyo. Porque todo esto ya lo tenía muy visto, aún antes de haberlo leído…
En resumen, se trata,
desde mi punto de vista, de una lectura agradable y cortita, pero con poca
esencia y con una base argumental mil veces vista, aunque sea bajo otras
formas. A mí, la verdad, me ha dejado frío.
Jajaja! Me ha gustado tu reseña... aunque no me convence nada el libro...
ResponderEliminarUn beso!