Vi la
película, protagonizada por un Jack Nicholson espléndido en su papel, hace
muchos años, y me encantó. Y el otro día, mientras rebucaba mi próxima lectura
entre diferentes títulos, y con la película ya casi olvidada en mi memoria,
decidí darle una oportunidad al libro.
Sinopsis:
La acción de la novela se desarrolla dentro de un
hospital psiquiátrico, en el Estado de Oregón, donde bajo la estricta dirección
y supervisión de la enfermera jefe, los pacientes de la institución,
clasificados por su «grado de locura», se someten pacientemente a la pétrea
disciplina de las reglas establecidas dentro de un clima de aparente orden y
tranquilidad. Hasta que un día llega un nuevo interno, Randle McMurphy, el
protagonista principal de la historia, quien haciéndose pasar por demente
consigue ser trasladado a esta institución desde una prisión de trabajos
forzados. Su carácter jovial y dicharachero, y su fuerte personalidad que
contrasta con la del resto de los internos, harán que poco a poco se convierta
en el «líder» del grupo, desorganizando por completo la tranquila rutina a la
que la enfermera jefe, conocida como La Gran Enfermera, los tenía sometidos.
Desde ese momento se creará un ambiente de tensión entre los pacientes y el
personal encargado de su cuidado, que nos acompañará a lo largo de toda la
historia.
La novela está narrada por uno de los internos, el
«Jefe» Bromden, un corpulento individuo de origen indio, que lleva años
haciéndose pasar por sordomudo para evitar complicaciones, y con el que
McMurphy llegará a tener una estrecha relación.
Opinión personal: Espléndida novela y ácida crítica
de las instituciones de salud mental
Aunque al
principio hubo fragmentos que se me antojaron algo pesados, debo decir que, al
igual que la película, el libro me ha gustado mucho.
La verdad es
que apenas recordaba el argumento, ni el final: sólo unas pocas imágenes de
Jack Nicholson y las enfermeras deambulaban por mi memoria, pero no recordaba
los detalles. Supongo que siempre es una ventaja: ha sido como leer el libro de
primeras, pero con la cara de Jack Nicholson en el personaje de McMurphy.
Aunque tenga
ya 40 años, la novela aún resulta original, quizás no tanto por su argumento
como por su planteamiento. En cuanto al primero, no es la primera vez que
encontramos un texto que nos describa las enfermedades mentales, y la
dificultad en ocasiones para determinar quién está “loco” (por usar un vocablo
sencillo y popular) y quién está cuerdo, no sólo porque los criterios para
definir la anormalidad puedan resultar difusos, sino porque, como se dice en
algún momento del libro, “todos tenemos problemas”. Todos hemos tenido alguna
vez un momento de enajenación, de “locura”, o de depresión, o de cualquier otra
manifestación “atípica”, alejada de lo comúnmente establecido como “cordura”.
¿Quién y cómo determina si se trata de un trastorno puntual o de una dolencia
que requiere tratamiento e internamiento? A veces no es tan sencillo…
Probablemente
lo mejor del libro es su planteamiento. Por un lado, está escrito en primera
persona por un interno, por uno de estos enfermos. Y, en ocasiones, el texto nos
presenta directamente sus neuras, sus alucinaciones. Reconozco que esos
fragmentos algunas veces me resultaron algo tediosos, pero no cabe duda de que
aportan profundidad al texto.
Pero lo
realmente apasionante es cómo refleja la situación, las psicologías de unos y
de otros. El jugador, vividor e inicialmente preocupado sólo por sí mismo, que
acaba implicado en mejorar las condiciones de vida de sus compañeros, asombrado
del trato que se les da, descubriendo que no están más enfermos que los millones
de personas que hay fuera… Los enfermos, habituados al sometimiento, la
humillación y el silencio, que poco a poco empiezan a verse a sí mismos como
verdaderos seres humanos, gracias al aire fresco aportado por McMurphy… Y los
cuidadores y la Gran Enfermera, símbolos del poder y el ansia de dominación,
aunque sea sobre seres humanos indefensos, supuestos cuidadores que cultivan su
ego ejerciendo su poder omnímodo sobre los enfermos a su cargo, aunque, eso sí,
“siempre por su bien”…
La novela es
magnífica, seria y divertida a la vez en ocasiones, pero siempre crítica, muy
crítica, aunque procure no serlo de forma muy evidente. Crítica con una forma
de tratar a los enfermos mentales que, afortunadamente, creo que ha cambiado
mucho desde los años en que fue escrita la novela (de hecho, los famosos
“manicomios” prácticamente han dejado de existir). Y es que los tratamientos
que se experimentaban con estos enfermos parecen hoy más bien técnicas de
tortura producto de las mentes más retorcidas: duchas frías, aislamiento,
electroshocks… por no hablar de la mutilación directa producida por las
lobotomías…
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